fuguet - cinépata

/Por Javier Porta Fouz. Estuve hace algunas semanas en Chile, presenté un ciclo de cine argentino y di una charla sobre crítica en la Universidad Diego Portales. Fui a Santiago de Chile en 1988, 2006, 2009 y 2012.

 

En cada viaje, vi la ciudad cada vez mejor: casi nada de basura en las calles y uno camina sin necesidad de esquivar constantemente cagadas de perro. Los celulares ¡funcionan! La tecnología es más barata y entonces se está más al día, más conectado, se trabaja y se vive mejor. Y de comparar la seguridad urbana, bueno, mejor ni empezar. Pero mejor hablemos de un libro, Cinépata (una bitácora), el nuevo de Alberto Fuguet, con el que tenemos algunos proyectos en común y una afinidad en la forma de ver el cine y la crítica (no necesariamente en las películas que nos gustan). Así que tomen esta recomendación teniendo en cuenta lo anterior. Va la recomendación: ¡el libro Cinépata de Alberto Fuguet es apasionante! Son textos diversos sobre cine: material cinéfilo de alta calidad, con polémica, visiones del cine dinámicas, en las que se piensa las películas, la vida y la relación con el cine desde ángulos diversos. Fuguet escribe con gracia, con pasión, sin melindres, con esos frecuentes puntos y aparte que son marca de estilo y refuerzan las ideas, las frases cortas, intensas, convencidas. Siempre me gustó leer cine en pensamiento, quizás por eso, entre otros motivos, me hice lector de El Amante a principios de los noventa del siglo pasado. Fuguet ha escrito para El Amante, y está conectado con varios de nosotros en la revista. Así que, insisto, sepan que recomiendo el libro de alguien al que aprecio desde antes de empezar con la lectura (y que incluso me cita favorablemente en el libro). Sin embargo, creo que a unos cuantos les gustarán los fragmentos que seleccioné de Cinépata (una bitácora) para esta nota, El libro, por ahora, no está en las librerías argentinas.

“Amo las salas vacías. Es puro egoísmo: una sala vacía, un cine vacío, un cine para uno mismo, es sinónimo de que algo está mal”.

“Odio y me asquea la palabra interesante.
Está por allá abajo con dije o simpático. Palabras neutrales, cómodas, viles, canallas, hipócritas que, en la boca de un crítico, equivalen a podredumbre moral y cobardía metastizada. Qué chuchas significa interesante: ¿qué no es tan buena, que no es tan mala? Un crítico o alguien que accede a opinar públicamente en medios puede ser inseguro, eso es un tema personal, pero sus juicios no pueden serlo. Nada más dañino, además, que una crítica tibia, nebulosa, pasteurizada, endeble, donde la gente, para hacerse la interesante, dice que algo es, en efecto, interesante. Váyanse a la concha de su madre todos estos tipos supuestamente interesantes, que adjetivan con interesante. Lo único interesante es lo poco interesantes que son y cómo han desperdiciado sus vidas y su oficio.”

Y para terminar, los dejo con el principio de su memorable invectiva contra Moonrise Kingdom de Wes Anderson: “¿En qué momento Wes Anderson se secó y, a la vez, fue coronado como el gran cineasta (el Fellini hipster) de su generación? Por la devoción que provoca, por la manera incluso con que la nueva crítica mundial lo acaricia, da la impresión de que su target/fan-club está compuesto por seres lastimados, que no creen en el futuro, temen de su presente y solo quieren volver a ser niños (‘qué maravillosos fueron los sesenta y setenta de nuestros padres aunque no tengamos memoria’. Este es su público cautivo. Quieren usar bigotes, pero le tienen pánico no solo al compromiso (todo es un cuento infantil, ojalá un libro ilustrado), sino curiosamente al sexo y al vello púbico. Wes Anderson hace una cinta masculina para mujeres lastimadas que echan de menos sus esquelas de Hello Kitty. ¿Anderson nunca ha conocido a un chico de 12? ¿Nunca fue uno? ¿No sabe que la inocencia se cruza con la perversión y la calentura hormonal? ¿Nunca vio Melody? ¿O Cuenta conmigo?”

Y no puedo contenerme y agrego este otro fragmento sobre Moonrise Kingdom: “Esta posera cinta/cuento es estéticamente horrorosa, con una banda de sonido entre arribista y enervante y se alarga tanto como una matiné infantil con mimos que desean montar a Bretch.”