Por Javier Porta Fouz. Otro año de ver películas. Hubo muchos estrenos, muchísimos (¿demasiados?) argentinos. Si bien hubo algunas películas excelentes y varias muy buenas, no se puede decir que este haya sido un gran año. Cada vez más, mucho de lo bueno que se hace no se estrena en los cines. Las que siguen son cinco de las diez seleccionadas por este columnista entre lo que ofreció la cartelera de estrenos del año (las otras cinco la semana que viene).

Primero una mención para las que estuvieron a punto de entrar en el top ten y no lo hicieron que, por cierto, no fueron tantas: El chico de la bicicleta de los hermanos Darnenne, Los vengadores de Joss Weddon, El último Elvis de Armando Bo, Poder sin límites de Josh Trank, La araña vampiro de Gabriel Medina, Frankenweenie de Tim Burton y J. Edgar de Clint Eastwood. Sospecho que, de entre las que no pude ver, La chica del dragón tatuado de David Fincher podía haber tenido chances. Pero vamos a las que quedaron en la lista. De atrás para adelante.

El puesto número 10 corresponde a una película que, sí, probablemente no sea mejor que varias de las que quedaron afuera, pero quería incluirla, tal vez porque le tengo mucho cariño: Hombres de negro III de Barry Sonnenfeld. Lo que prometía ser un “disco reunión” de una banda cansada, a una década de la no muy memorable segunda entrega, fue una gran sorpresa, una de esas que estuvo muy por encima de las expectativas. Un viaje en el tiempo al pasado de un personaje y al pasado de un país contado con mucha lógica, humor y cierto pesimismo sobre un presente de menores horizontes: el guionista es también guionista de las fundamentales La idiocracia y Tropic Thunder. Josh Brolin (Tommy Lee Jones en los sesenta) demuestra que no se necesitan caras falsas (teléfono para Looper) para ser creíble al interpretar una edad diferente de un personaje al que conocemos con la cara de otro actor.

El puesto 9 es para otra secuela mejor que la entrega original, mucho mejor. Los indestructibles 2 de Simon West, una ampliación rockera de la primera, con una clave bien aprendida: se necesita un buen malo y, en este caso, el villano Vilain de Jean-Claude Van Damme es un hallazgo mayúsculo. Más allá de eso, el bestial apetito por la destrucción festiva (y con mucho humor) que hay en esta película se me hizo irresistible.

El puesto 8 es para la única argentina de la lista: Abrir puertas y ventanas de Milagros Mumenthaler. Una de esas raras películas que no confunde rigor formal y pausas con ausencia de narración. Aquí se cuenta una historia, y además con emociones y piel. Y con tres actrices en estado de gracia.

El puesto 7 es para la película que tiene uno de los dos mejores finales del año, una secuencia definitoria montada y ejecutada en función de “La mer” cantada por Julio Iglesias: El topo, historia de espías difícil de entender pero con un clima único, color marrón y humo de cigarrillo. Las películas también son su ambiente.

El puesto 6 es para El puerto de Aki Kaurismäki. Por un lado, una película con marcas inconfundibles de un autor cabal. Por otro, y esto es lo bueno, una película que amplía lo que venía haciendo Aki, disminuye el riesgo de sordidez y repetición de las últimas películas y aumenta la bondad. Una película para dejarse llevar con confianza. Una película de la que se puede decir, sin miedo, que es literalmente amable.