SOBRE LA CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA
Por reglas de juego claras

Gustavo NoriegaPor: Gustavo Noriega. Mi columna de la semana pasada, en la que me refería a la sección de crítica de cine de Página 12 tuvo algunas idas y vueltas. Resumiendo, mi nota decía que el plantel de críticos del diario era un lujo y que el único problema venía por el lado de la edición, ya que Página era más sensible que otros medios al “amiguismo” y a las presiones editoriales, citando varios casos. Tuve la imprudencia de escribir la siguiente frase: “A menudo, y sobre todo en P12, la calificación no es puesta por el crítico, o es modificada por los editores.” Rápidamente, Horacio Bernades, crítico, y Eduardo Fabregat, editor de la sección, desmintieron esa práctica. De hecho Fabregat escribió: “lo tuyo es burrada, mala leche o ganas de armar una polémica inventándote algo”.

Lo cierto es que lo mío no era un invento, para no mencionar las otras dos desafortunadas y agresivas expresiones de Fabregat. Después de escribir la nota, encontré en El Amante número 83, una crítica escrita por Máximo Eseverri sobre la película argentina Diario para un cuento que comenzaba con el siguiente párrafo: “Debo aclarar que la crítica publicada con mi nombre en el matutino Página 12 tenía cambiado el puntaje (para mí no merecía más de seis y finalmente salió con ocho) y fue escrita bajo una fuerte presión editorial”. Como era de esperar, Diario para un cuento estaba producida por Fernando Sokolowicz.

Algunas averiguaciones me indicaron que estas cosas (“y otras peores”, según la fuente) pasaban durante la época en que Carlos Polimeni era editor de la sección Espectáculos, de la cual se alejó hace cuatro años. Por lo tanto, mi afirmación era errada, ya que tengo que aceptar la palabra de ellos dos en el sentido de que esto no sucede actualmente, pero correcta en el sentido en que las presiones editoriales a la crítica han sido efectivamente una práctica en ese diario.

A Bernades y a Fabregat, tan enérgicos para desmentir mi frase sobre el cambio de notas, los invité a comentar el episodio de Iluminados por el fuego, descrito en aquella nota. Ninguno de los dos quiso hacerlo. Cerraron filas sobre un hecho puntual, salvaron su metro cuadrado de honor y se desentendieron de otros datos que no dejaran tan bien parado al diario y que ellos conocían perfectamente.

Ahora bien, más allá del fastidio que me provoca este episodio creo que hay que tratar de sacar alguna conclusión útil. Los negocios han tendido a cruzarse de mil maneras y ya no es difícil que un periódico tenga intereses comerciales en una película. No es deseable, claro, pero el mundo va en esa dirección y, además de lamentarse, hay que tratar de buscar reglas de juego claras que no trampeen al lector.

Lo más lógico y claro es exponer la situación de manera que el lector cuente con todos los elementos. El diario publica la crítica que cree editorialmente corresponde y en un recuadro informa que la película es producida por el dueño, o el guionista escribe en el suplemento tal o hay relaciones entre el director y lo que sea. Sencillamente, se trata de brindar toda la información.

Hace poco comenté en El Amante la película Yo presidente, producida por Luis Majul para quien en aquel entonces (y ahora también), trabajaba en su programa de radio. No quería dejar de escribir ya que la propuesta me interesaba especialmente. Así es que a la crítica le agregue un recuadro haciendo saber de mi relación laboral con el productor de la película. No es tan difícil.

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