Por Javier Porta Fouz. Fui a ver (en Buenos Aires) El reino secreto, la película de animación estrenada ayer. En inglés se llama Epic. Como todos saben, el inglés es un idioma más económico que el castellano y con menos letras dice más. Epic, entonces, debe querer decir El reino secreto. Antes de verla no tenía mayores expectativas. Bah, en realidad…

 

1. Tenía expectativas no muy buenas. El cartel indicaba que era de “Los creadores de La era de hielo y Río.” No vi Río, pero sí vi todas las entregas de La era de hielo. Y por eso El reino secreto (o sea, Epic) me daba un poco de miedo de sufrir un aburrimiento mortal o, a lo sumo, de irritarme con alguna nadería irrelevante, alguna película hecha como salvapantallas feo. Pero no, apenas empezó El reino secreto yo ya estaba agradecido de haber ido el domingo a la mañana a verla. Sentido de la aventura, sentido del movimiento, buenos chistes (alguno memorable, como el de “cara plana”), lógica para narrar. Y un despliegue visual en 3D que hace pensar que esta tecnología ya se empieza a usar como un elemento más y no necesariamente como “un chiche nuevo”. Nunca antes, en la historia del cine, “la moda 3D” estuvo en uso tanto tiempo seguido y con tantas películas, si hasta parece que ya no es moda sino una posibilidad más a la hora de crear. Esta semana dos estrenos hacen buen uso del 3D: El reino secreto y El gran Gatsby (aunque esta última no es tan buena como Epic).

2. Estoy en Cannes, pero no voy a escribir sobre las películas, no vine como periodista. Pero quería contarles de otra apariencia engañosa. Si uno es argentino, en Europa puede ser víctima de descuentos. Así es, víctima de descuentos. Hoy tomé un helado paradojal. Después de un día de muchas reuniones y algunas películas vistas, y de poca comida y de mucho café, tenía hambre, y para mí una de las mejores maneras de solucionar este problema es casi siempre un helado. Como todos saben, los argentinos en el extranjero tratan de pagar con tarjeta. No siempre se puede, por ejemplo no se puede en un puesto de snacks que atienden italianos ubicado en medio del mercado y el palacio de festivales. Pero si se puede… bueno, pagar con tarjeta implica pagar a euro valor oficial más el 20% de “adelanto del impuesto a las ganancias”. Si no te dejaron comprar euros a precio oficial, o te dejaron comprar menos de los que necesitabas o se te antojaban, esa opción es la más barata. Otra opción un poco más cara (hay tasas de interés) es sacar euros como adelanto de la tarjeta de crédito, pero no todos pueden o tienen habilitada esa opción. En fin, en la heladería una bocha valía 3,50 euros, dos bochas 4,90, y tres bochas 6,20. Y el monto mínimo para pagar con tarjeta eran 6 euros. Pedí tres bochas, más por las ganas de probar tres gustos que por lo de la tarjeta, pero ya que se podía pagar con tarjeta…Me dan el helado, les doy la tarjeta, me dicen que no, que no se puede. Les digo que sí, que el precio mínimo para pagar con tarjeta es 6, que hay un cartelito, y que las tres bochas valen 6,20. Me responden que no, que es la happy hour y que las tres bochas son al precio de dos, que son 4,90 euros. Pagué entonces con euros billete (como al italiano del puesto de snacks, como al vendedor de paraguas callejero, especie muy abundante por la lluvia casi constante). Y pensé que para el argentino que tuvo que comprar euros en el mercado paralelo (o sea, todo aquel que no pudo sacar como adelanto de tarjeta de crédito ni lo autorizaron a comprar a precio oficial) era más caro el precio con descuento que el precio original de este helado (en euro tarjeta es 1,20 con respecto al oficial; el euro blue es 1,70 con respecto al oficial, saquen las cuentas). El cepo cambiario también le puede sacar parte de la alegría y agregarle un toque absurdo-matemático a la happy hour del helado (ver foto, el horario de la happy hour es singular).

Ah, el helado era muy bueno: vainilla a la antigua, caramelo y limón, tres gustos al precio de dos. Pero los números, al ser argentino, no son muy confiables. Hace rato que digo que sería todo un avance volver a reconocer que dos más dos es cuatro.