RAPIDOS Y FURIOSOS 6

Por Javier Porta Fouz. No hay caso, no me excitan los coches. Algunos, muy extraños o muy lujosos (pero muy lujosos o muy nuevos, de esos que parecen espaciales) me llaman un poco la atención. La mayoría me deja indiferente. Y la liturgia alrededor del coche me deprime sobremanera. El lavado meticuloso del fin de semana en la vereda, las conversaciones sobre marcas, detalles técnicos, todo eso y lo que está alrededor, me expulsa.

Algunas películas centradas en coches me gustan, y mucho. Gran Torino por ejemplo (claro, en realidad no es sobre coches). Bueno, Rápidos y furiosos 6 tampoco es sobre coches, en realidad es sobre “familia y amistad”, como se encargan de decirlo a cada rato de la manera más obvia y ramplona posible, con frases repetidas como “somos lo que somos” (lo decía mucho mejor en singular la hermosa Sandra Mihanovich). Y los coches se usan como cotillón, para atraer gente que se fascina con ellos, pero no tienen relevancia en la trama (no hay en realidad trama, hay sucesión de acciones no integradas), ni siquiera tienen valor de símbolo, tampoco fálico: los grandotes a las piñas, que se tocan y que se miran con ganas, son los verdaderos falos parlantes. Pero esta no es una interpretación muy novedosa: es obvio que hay una tensión sexual puesta a propósito entre Dwayne Johnson y Vin Diesel. Estaba en la 5, está acá. Se miran de reojo, se relojean los pectorales. De hecho, es casi lo más divertido de la película, aunque en la 5 se toqueteaban más. Las chicas son tan pero tan flacas que casi se da a entender que no se pretende que se vean, aunque en la 6 al menos están Gina Carano y la reaparecida Michelle Rodriguez, que regresa mediante un recurso de telenovela: teníamos un actor, lo matamos y lo volvimos a contratar para estirar un poco más. ¡Estaba vivo!

No entiendo muy bien la excitación de varios amigos críticos ante esta película (sin ser tampoco especialmente destacable, la 5 era mejor en todos los aspectos menos en el femenino): las secuencias de acción o superacción tienen algo festivo pero solo por escasos momentos (las voladas de Vin Diesel son memorables, una en particular). Más allá de eso son secuencias ruidosas, hechas de forma más o menos solvente pero sin la claridad que puede haber en las secuencias de acción de Iron Man 3, por ejemplo. La larga secuencia final entre autos, jeeps (¿son jeeps?) y el avión ruso, con varios frentes de acción, es uno de los momentos en los que se nota que el movimiento está inflado, inyectado falsamente de tamaño aparatoso. La secuencia puede terminar antes o después, no se siente nada como necesario: las coordenadas del peligro no están claras, tampoco las del triunfo de los buenos. Esa sensación de falta de cohesión está por toda la película, y como ejemplo máximo está el ridículo viaje de Brian (Paul Walker) a Los Ángeles, una secuencia que probablemente esté para darle un poco de protagonismo, ya que Vin Diesel acapara casi todo lo demás. No es este texto en contra muy fervoroso ni apasionado. La película no me indigna y me aburre (uno se aburre menos al indignarse), apenas me genera el mal humor de saber que no es buena pero tampoco mala en el sentido de “mala película clave”. Me genera la sensación de pérdida de tiempo, que es la que menos me gusta en el cine. Y sí, la vi porque les gusta a muchos críticos en los que confío. Me pasó algo parecido con la 5 aunque en menor medida (la secuencia final en esa sí que era excelente). Quizás para la 7 ya no les haga caso, aunque como va a estar Jason Statham quizás la vea de todos modos.