LA INACCIÓN DEL ESTADO Y DEL PERIODISMO
Ir al cine: cada vez más caro

pochoclomuchos pesosPor: Gustavo Noriega. La semana pasada discutíamos el tema del precio de las entradas de cine y su relación con la notable disminución de espectadores. Los lectores hicieron aportes, todos interesantes, pero uno me llamó especialmente la atención porque daba perfectamente en la tecla. Firmaba Mana y decía lo siguiente: 

“Mientras el negocio de las cadenas de cine sean los pochoclos y snacks con un sobreprecio del 400 % respecto al valor "lógico", la cantidad de gente que vaya les será indiferente merced al colchón que logran por otro lado. Mientras el negocio les cierre, aunque sea con lo justo va a seguir así. Pero para eso tenemos un INCAA, no? Con espacios y todo. El Instituto debería dedicarse a tener políticas activas al respecto en lugar de insistir con posicionar una marca que no le importa a nadie.”

El comentario acierta en varias cosas y me hizo acordar de algo que supe viendo un partido en Londres con Pablo Alabarces, experto en sociología aplicada al fútbol. Voy a reproducir su explicación con las dificultades de la memoria y las limitaciones de mi entendimiento así que cualquier error que aparezca debe ser atribuido a mi autoría.

Alabarces me contaba cómo se había erradicado a los peligrosos hooligans de los estadios ingleses. El eje esencial, el que más recuerdo por la impresión que me provocó, fue el de la exclusión social. La política de “todos sentados” obligó a los estadios a cubrir todas las localidades con asientos y que desaparezcan lo que conocemos como tribunas. Pero lo esencial fue el precio que se puso a esos asientos. Las entradas pasaron a valores astronómicos, con los cual las clases populares quedaron fuera del fútbol (y fueron a ahogar sus penas a los pubs). La solución radical tenía el condimento de que, a diferencia de la Argentina, no había relación entre los barra brava y la dirigencia de los clubes. A grandes rasgos: precios caros, cambio de clase social, listo el pollo.

Más allá de lo que uno piense acerca de esta solución a la violencia en el fútbol, el paralelo con la situación en los cines es pavoroso. Aquí el modelo de precios altos para cambiar la composición social de la gente que va a ver películas no responde a una necesidad de erradicar algún tipo de conducta. O sí, la conducta que hay que erradicar es la de gastar poco. Se busca que la gente que va al cine pague precios absurdos por el snack que consume, se requiere que sea de una clase social determinada. (Además, esto explica esa política fascista e ilegal de no permitir ingresar a la sala con comida que no haya sido comprada en la misma sala). La entrada a 17 pesos implica que el espectador es adquisitivamente poderoso. Para la clase media baja ir al cine se convierte en algo tan utópico como ir a ver ópera al Colón.

Mana señalaba la responsabilidad del estado, a través del INCAA, de regular un mercado que no está funcionando de acuerdo a sus leyes tradicionales (bajan los espectadores pero eso no hace que baje el precio de las entradas, por el contrario, éstas suben). Yo quiero señalar otra responsabilidad, la de los medios. Si La Nación y Clarín dedicaran un quinto de las promociones gratuitas que le regalan a las grandes películas mainstream a cuestionar el valor de las entradas estarían convirtiéndose en periodistas y dejarían ser jefes de prensa. ¿Podrán?

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