utopía serie

Por Cicco. Se llama Utopía y, excepto que alguien te haya pasado el dato, nunca te enteraste ni siquiera que existía una serie con ese nombre. Estrenada un año atrás por la tevé británica, la historia dividió las aguas: algunos se obsesionaron con ella. Otros, dijeron que era demasiado brutal: hay torturas chinas en los ojos y un episodio de un múltiple crimen en una escuela, se estrenó a pocos meses de la masacre en una escuela de Connecticut donde murieron 20 chicos. The Guardian, el periódico inglés la llamó: “un turbio thriller conspiparanoico”. Y cuánta razón tenían.

 

Hasta ahora, van dos temporadas –la segunda, jugzan muchos, sobra-. Cada una, tiene tiro corto: seis capítulos. Aún recuerdo lo que tardé en contar el primer episodio a un amigo que no la había visto. Y quería sumarse en el capítulo dos. A decir verdad, desistí de hacerlo al advertir que, por mucho que le narrara, no había nada que hacer: si quería saber de qué trataba el capítulo uno, debía verlo. Así era de bueno. La escena de apertura, qué escena: parecía Tarantino y aún mejor. La fría crueldad de ese asesino en la tienda de cómic, renegado y regordete, preguntando el paradero de Jessica Hide. Ese criminal tiene algo de la demencia helada de Naranja mecánica. Y esa escena de apertura en la comiquera, oh no: la violencia contenida allí, imperturbable, silenciosa, seca, relegada a tu bocho retorcido y frenético, es un triunfo artístico. La famosa teoría de la punta del iceberg: lo que no se ve, es un témpano tremendo que te colgará del inconsciente por meses.

A Dennis Kelly, el autor, le llevó dos años llevarla a la pantalla. El canal, lo convocó con una sola premisa: lanzar un reguero conspirativo a través del punto de partida de una historieta.

Se nota que la serie es británica. No tiene el cartón previsible de los personajes de la tevé norteamericana. Acá, el puñado de héroes losers es de lo más querible. Hay escenas de sexo donde las camisas se traban y el climax se corta –“con todo el sexo que se ve por internet”, declaró el creador Kelly,”¿para qué la gente necesita escenas de sexo en las películas? No tiene sentido”-. Hay huidas por caminos inhóspitos. Grant, el niño comiquero, es audaz, ácido, intrépido. Y hasta Jessica Hide, huidiza e implacable, tiene la polenta de las verdaderas heroínas. Un halo a Uma Thurman en Kill Bill, pero más enigmática, menos clara en su venganza.

“No sabía exactamente cómo sería el final sólo tenía una idea”, dijo Kelly. “NO me gusta saber demasiado, porque si yo puedo sorprenderme, entonces hay buenas chances de que el espectador también se sorprenda”.

Qué más pedirle a una serie: los malos son memorables. Los héroes son amigables y sensibles y contradictorios. Y la trama vuela desde el confín de un comic de culto, hasta un complot sanitario a escala global, que roza corporaciones, intereses internacionales, nazismo reflotado y guerra secreta bacteriológica.

Todo en Utopía corre. Corre el contagio. Corren los héroes. Corren los asesinos. El tiempo se escurre. Y la sangre no sólo corre: explota como tarro de pintura. Channel 4, que la transmitió en Inglaterra, recibió toda clase de críticas: desde elogios y pedidos de más temporadas, hasta denuncias y amenazas de que si, no quitaban la serie al aire, iban a iniciar acciones legales. Y todo eso, sólo en seis episodios.