urna y música

Por Cicco. A temblar que vienen las elecciones. En verdad, no sólo el electorado tiembla por la suerte dispar de un país en manos de un abanico de papanatas, los que más tiemblan, los que más temen los tiempos de campaña, son un grupo de gente que, le temen a poco y nada. Hablamos de los músicos. Y su paranoia desesperada de que, no llegue un candidato y se le ocurra usar de spot de campaña uno de sus tan preciados hits.

 

Con el discurso de que las canciones le pertenecen a la gente, que tanto músico repite en cuanta entrevista le toque dar, los políticos se tomaron en serio la consigna: y echan mano a la moralina color esperanza, el canto pop que aglutina pasiones y habla de un futuro mejor donde todo el año es primavera, para entremezclarlo con sus ambiguas promesas de gobierno y que, de pronto, su política suene de lo más Diego Torres.

Hubo, claro está, picos de rabia donde músicos, con razón, pidieron ante la justicia que los políticos no usaran sus temas. No los empañaran con su sudor de campaña. Dos años atrás, los fans de Axel, pusieron el grito en el cielo: no querían que Sergio Massa, por entonces candidato a legislador, usara a gusto el hit “Todo vuelve”. Y cinco años atrás, a Kevin Johansen se le disparó la bilirrubina cuando Macri musicalizó con “El candombito” su intención de rechazar la adopción en el matrimonio gay. No sólo nadie le pidió autorización. Además, pobre Kevin estaba en las antípodas de la propuesta de Macri.

Pero los políticos son como las hienas: siempre van por más. Siempre la carne de rockero les sabe a poco. Y salen a la cacería de más temas frescos. Más carne para llevar a su matadero.

No es sólo acá, en todo el mundo también los músicos están que trinan. Y hasta Neil Young reclamó en Estados Unidos que el millonario Donald Trump dejara de usar su himno “Rockin in the free world” –luego se sumó Aerosmith para que no asociara su canción Dream on a su campaña y su jopo de yema de huevo vieja-. Nadie quiere saber nada con Donald.

Así que, a Dios gracias para los músicos locales, el domingo todo se termina. Y llega el alivio. La sensación reconfortante de que sus temas, su poesía, su lirismo del corazón volado quedarán preservados de todo partidismo, todo barro de campaña, todo charquito sucio de puja política por el voto cueste lo que cueste, hasta claro, las próximas elecciones. Y ahí sí: a agarrase de nuevo de las guitarras que todo volverá a temblar.