verduras y carne

Por Cicco. No más papas. Ahora papines. No más cebollas a la que te criaste. Ahora cebolla morada o, más chic aún, ciboulette. En lugar de tomate platense, tomate cherry. En lugar de ciruela, grosellas. En fin, la sofisticación –que es una forma de llamar al snobismo cuando uno tiene plata - copó las verdulerías. Y hoy se desparrama por todas partes.

 

Antes, en plena ciudad, uno disfrutaba respirando ese olor tradicional de rotisería porteña: mezcla de frito, y tufo exquisito de peceto al horno con papa. Y también estaba el espectáculo visual: esos pollos dorándose a fuego lento, en una coreo circular y apetitosa y llameante. Bueno, todo eso es parte de nuestro pasado. Ahora, las rotiserías, alienadas con los tiempos de veganismo y verdulitis vip, no huelen a nada. Si no fuera por el cartel, hasta podría suponer, por el aroma, que es una oficina de quiniela.

Antes la gente comía cual león en la selva, y ponía a las vísceras y los órganos nombres apetitosos como molleja y chinchulín. A una destripamiento servido, se lo llamaba parrillada.

Hoy todo eso es visto como un acto criminal. Aún, por suerte, sin pena alguna.

Toda moda es como una ola. Y esta de la verdulitis vip y el veganismo, aún no alcanzó su pico, su cresta. Toda moda tiene el espíritu de una balanza: para que salgo suba, otro debe bajar. Y aquellos que aún comemos carne, por decirlo así, aún no tocamos fondo en la escala social. Nos queda mucho por caer.

Sucederá, creemos, lo mismo que con el cigarrillo y los fumadores. Luego de un puñado de descubrimientos científicos donde comer carne no sólo acorta la vida, se verá también es contagioso para los que no la comen, lentamente los carnívoros serán relegados de los restoranes a salas privadas y oscuras –unas jaulitas digamos-. Tal vez, lo mejor será cubrirlos con vidrios polarizados para que no vea, la gente educada, civilizada y vegana de afuera, su festín sanguinolento.

Será un desplazamiento escalonado. Primero serán mirados de soslayo. Luego, serán fustigados discursivamente. Y al final, la reclusión.Al comienzo, estos sectores en los restoranes serán calificados con carteles de “Para carnívoros”. Y luego directamente, se les vedará el ingreso.

Y un dato extra para cerrar: gracias a la ingesta de verduras y semillitas, y batidos frutales, todo parece indicar que los veganos van a vivir más tiempo que nosotros. Imagine el mundo con esta gente viviendo 130 años. Aferrados con unas y dientes –llenos de calcio, claro- a sus puestos gerenciales y leyendo revistas que hablarán de con qué diente es mejor morder el tomate cherry. Viejitos jóvenes con órganos de pibe de 12, corriendo triatlones y saliendo con chicas de 20, sin tocar ni siquiera una vez, el Viagra.

Los carnívoros debemos hacer algo antes de que sea demasiado tarde. Desde aquí proponemos una sana costumbre de los tiempos inmemoriales. Un hábito nutritivo que, podrá equilibrar la balanza y reducir la proliferación de veganos. Y sí, hablamos aquí de la antropofagia. Levantemos bien alto la bandera de la molleja y acabemos de una buena vez con la cadena más sana del reino humano. Nada como el sánguche de queso de cabra y muslito de vegano. El día que Narda lo descubra, es un boom.