MARADONA - RIQUELME Y LOS CÓDIGOS
Todo va codificado

Riquelme en TNPor: Pablo Llonto. Si usted pertenece a los 38 o 39 millones de argentinos que no sabe bien de qué se trata aquello de “los códigos de los futbolistas”, sepa que los periodistas deportivos tampoco tenemos idea. Históricamente hablando, tal vez en 1945 cuando buena parte de la humanidad pensaba que el fútbol era un deporte, hubo un código resumido en un artículo: “no buchonearás”.

O fue la radio, o fue la televisión, o fue la revista El Gráfico, o los “Dialoguitos en el asfalto” del sabanero vespertino La Razón…de pronto uno, dos, tres, miles de jugadores se emanciparon de tantas “paredes del vestuario” y tanto código oscuro y las confesiones y delaciones recorrieron las redacciones.

Si Maradona le dijo a Riquelme que jugara veinte metros más adelante, si el pasado de Gorosito lo condena, si hay mucho para contar de Bilardo, si en el plantel de la selección hay comandos de sabotaje, podemos apostar que en este mismo momento, en algún lugar de la Argentina, un futbolista, un técnico o un masajista disfrutan del placentero ejercicio de contarle una verdad a los cronistas.

En los moralizantes discursos de esta semana (el periodismo convirtió a algunos subnormales en mediocres filósofos del siglo XXI) escuchamos decenas de reflexiones sobre “los códigos de los vestuarios” y “los vigilantes”. 

Curioso comercio de palabras en que vivimos. Periodistas hablando de códigos y periodistas rompiendo los mismos códigos para que el arquero de Ñuls, el volante del Inter o el siete de Cambaceres les hable mal del compañero de equipo. Un informe realizado el domingo por “Detrás de las noticias” mostraba cómo cubrieron los medios el entrenamiento de Boca, horas después de conocerse la noticia de la renuncia de Riquelme a la Selección. Buena parte de los movileros admitía estar allí sin saber mucho de la polémica y con el único fin de arrancarle una frase caliente al volante de Boca. 

Riquelme elige el horario central de la tele para formalizar su renuncia; otro telón se levanta y alguien enseña la décima parte de la letrina de un club. Decenas de gritos histéricos abundan en la ley de la selva, allí en el ambiente donde vale más un representante que un representado. 

¿Códigos? Por favor. ¿De qué códigos hablan? En este carrusel de traiciones y abrazos artificiales, los gallineros y los cabarets forman parte de la patria futbolera. Futbolistas y periodistas cierran la boca cuando les conviene y protegen a estafadores, barrabravas, dirigentes, negociantes, doctores del doping  y jefes de prensa con cuentas abultadas. 

También el domingo, durante la transmisión no codificada de los balazos y cascotazos en el McDonald’s de Parque Lezama, Richard Laluz (“El uruguayo”), hermano de una víctima y quien confesaba “no ser una carmelita dezcalza”, acusaba a Mauro Martín, capanga de la Doce, de “haber roto los códigos”.

Por eso, si usted algún día descubre que el crack de sus sueños lo engaña, que la beneficencia pública de los futbolistas se utiliza para evadir impuestos y que el principal crítico de Grondona se ha convertido en vocero de la AFA, no llore. Vaya y disfrute de su hijo, llévelo a una plaza, desafíelo a patear penales y sentirá la nostálgica felicidad de encontrarle sentido al fútbol. 

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