MIENTRAS LOS DIRIGENTES BAILAN
Marche otro Ischia

Carlos IschiaPor: Pablo Llonto. El periodismo destituyente, amena variable de esta profesión y que consiste en preguntar a los directores técnicos “¿presentará usted su renuncia?”, nos ayuda una vez más al envidiado debate que las abuelas difundieron en todos los tiempos: ¿será que la culpa no es del chancho sino de quien le da de comer? 

El acopio de entrenadores renunciantes, renunciados, despedidos o expulsados tiene tal intensidad que pronto, muy pronto, no será novedad que alguien interrogue sobre el día de la renuncia durante las negociaciones contractuales que prometen vida larga y feliz al próximo director técnico.

Casi en estado de semiinconsciencia, arrastrados por una enseñanza oscura del periodismo, obligados por la imposición de un editor que busca títulos como si buscara sangre, los noveles cronistas acuden a los estadios, a los hoteles o al frágil llamado telefónico sin piedad, y sin variables, cada vez que un entrenador ha perdido dos partidos, una Copa, un Clausura.

Como el asunto es antiquísimo, tanto como esta nota, lo primero que debemos aclarar es que no podemos rendirnos. 

Estamos a la espera de una pregunta digna, que conserve la frescura y que se lance sobre un presidente de club, un miembro de Comisión directiva o sobre el vocal más melancólico de cualquier institución. El asunto es claro y sencillo y debería ocurrir en esos momentos que parecen fatales, cuando un equipo grande va por la mitad de campeonato y se alejó de la pelea por el título.  De pronto, con un mínimo de humildad y un tono curioso pero de respeto, el joven periodista preguntaría:

- Dígame, la ¿Comisión Directiva que usted integra no ha pensado en presentar la renuncia debido a esta mala campaña? 

La opción (periodistas que preguntan a los entrenadores si van a presentar su renuncia o periodistas que preguntan a los dirigentes si van a presentar su renuncia) estimularía un público más inteligente que iniciaría el debate ansiado. Al poco tiempo, nadie culparía a nadie y la indiferencia ante los malos resultados sería tan grande como la esperanza de una próxima mejor campaña.

Nuestro deseo no tiene una base científica. Más bien se funda en una extensa premisa, poco probable: el fútbol andaría un poco mejor, las aves de rapiña que colocan entrenadores en los clubes deberían dedicarse a otra cosa, el periodismo deportivo pondría su atención en otros aspectos del fútbol, los clubes ganarían plata ya que no tendrían que gastar millones en juicios e indemnizaciones y la vieja máxima del derecho romano se ejecutaría de una vez por todas (“pacta sum Servando”, los pactos deben ser cumplidos). 

Carlos Ischia, el tema de los últimos días, probó todas las formas posibles de resistir. Contó además con la ayuda de un bocadillo de Maradona, dispuesto a convertir su lenguaje metáforico en una crítica hacia los dirigentes de Boca. “Ischia se puso en la puerta del cementerio cuando firmó Bianchi como manager”.

Pero ni Ischia ni Maradona lograron desviar la flecha que finalmente hará blanco. Se irán los entrenadores, jamás los dirigentes.

Y es allí donde insistimos con las abuelitas. Porque al final de cuentas los chanchos son inocentes.

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