LOS 90 AÑOS DE EL GRÁFICO
La otra cara del deporte

El GráficoPor: Pablo Llonto. Le debo una disculpa al niño que fui. A quien leía El Gráfico entre las sábanas de un viernes y los manteles de un sábado. Porque en aquella infancia, y en aquel pueblo costero del Pacífico, la revista de las camisetas argentinas y los gritos de Alonso, de Perfumo o de Houseman llegaba los viernes. Por entonces, cada página era un mármol al que adorábamos y venerábamos enviando los ejemplares  a un archivo, tan casero como clandestino.

Esta semana, noventa años después de su fundación (30 de mayo), El Gráfico ha sido y será materia de abundantes elogios en la prensa ociosa del siglo XXI. Ingenuamente, los cronistas de hoy, como aquel niño que fui, bendicen los nombres de Osvaldo Ardizzone, de Juvenal, de Orcasitas, de Cherquis Bialo, de Onesime, de tantos otros, sin ponerse a revisar la historia de las historias.

Porque El Gráfico, estimados niños que fueron, estuvo hecho de miserias y bondades. 

El niño que fui, desbordado por los ejemplares que sobrevivieron a los temblores de la vida y a las inmortales inquietudes de quienes siempre  reclamaron orden y limpieza, también fue desbordado por una profesión que permitió conocer cuántos Gráficos existieron.

Hubo Gráficos oficialistas, peronistas de Perón, radicales de Illia, fusiladores de Lonardi y Aramburu, morsa de Onganía, dictatoriales de Videla, menemistas de Menem y hasta Gráficos de centroizquierda.

Los hubo opositores al poder dirigencial cuando Panzeri lo dirigió, chupamedias de la AFA cuando el país chupaba medias (1976-1983), hubo Gráficos que nunca se pelearon con Lectoure, y Gráficos que se pelearon siempre con los periodistas que mejor escribían y Gráficos que odiaban a los periodistas de investigación.

Hubo Gráficos amarillos y fraudulentos que dirigió un amigo del almirante Lacoste (Aldo Proietto), donde abundaba el “panquequismo”, el lenguaje horripilante y las notas que escarbaban entre los slips de los futbolistas y las flageladas notas sobre divorcios, cuernos y encamadas de los hombres y mujeres del deporte.

Hubo un Gráfico que le inventó una carta al capitán de Holanda en plena dictadura para alabar a los genocidas, un Gráfico que endiosó a Julio Grondona, un Gráfico que silenció los escándalos de la TV y el fútbol.

Hubo un Gráfico que se vendió a TyC, que luego se vendió a otra empresa de TyC y a otra de TyC y a otra, y que ahora, mensualizado y con una dependencia extrema de su glorioso archivo, nos transmite sus mejores artículos en las evocaciones de viejas glorias, viejos partidos, viejos combates. En El Gráfico 2009 parecen agotadas las propuestas de un periodismo deportivo que se preocupe por la política deportiva estatal, por el deporte aficionado, por los héroes y la épica de quienes no son tapa de los diarios o figuras del momento. Catorce páginas de automovilismo en el último ejemplar de mayo, componen una dosis de irrealidad preocupante.

Para quienes alguna vez pasamos por la redacción grafiqueña (2000-2002) bajo el frustrado intento de convertirla en una revista nacional, popular y honesta, la disculpa al niño es muy sencilla: éramos tan ignorantes.

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