ALGO ES ALGO, LAVERNI
Borrando manchas

Saúl Laverni (Arbitro)Por: Pablo Llonto. Cualquier distraído podría creer que asistimos a los minutos iniciales de la dignificación del fútbol argentino. Los candorosos días en que la dirigencia simuló  una campaña llamada “fútbol para todos” ya han pasado. Y mientras veinte dirigentes se pelean en la AFA por repartirse el botín estatal, ocurre que días antes de la primavera, un árbitro de apellido Laverni detiene unos minutos Vélez-Boca para que los hinchas “reflexionen” sobre los cantos discriminatorios contra hermanos bolivianos y paraguayos.

De acuerdo a estos hechos, poco destacados por nuestra prensa, en pocos meses (¿o llevará años?) podríamos sentirnos orgullosos de asistir a estadios en los que nadie corea “son todos putos de Bolivia y Paraguay”, o algunas de las mancillas que recibieron durante décadas los jugadores y público de Atlanta.

No es poco, en un país  envenenado por ciertos despropósitos sarmientinos, muy de clase media, que consideró siempre “villero” al de piel morena y trata con desprecio a la inmensa mayoría de quienes vienen de otras partes de Latinoamérica.

No es poco, en una Argentina en la que el dueño de uno de los multimedios (Hadad) ordenó confeccionar en 2000, una tapa de la revista La Primera con el desfachatado título “Invasión silenciosa” y una foto que se burlaba de los rostros indios y sin dientes.

Pero el periodismo deportivo actual, que oscila entre las averiguaciones de los amores de Del Potro y el empujoncito final a los entrenadores, no tiene tiempo para estos detalles. Por ejemplo, para preguntarse si el partido no debió ser suspendido, elevándose un informe sobre esos valientes hinchas de Liniers. (Días atrás, la UEFA ha enviado una circular a los árbitros para que suspendan partidos en los que se advierten comportamientos racistas). 

Con cierta lógica disminuida, irreprochable en las esbeltas y rubias escuelas de periodismo y en las redacciones alocadas por el cierre, se ha tratado de esquivar asuntos importantes que comprometan discusiones periodísticas o ideológicas.

El discurso de la xenofobia, tan presente en estos días argentinos, campestres y cobistas, se hizo carne en las tribunas y en el fútbol, no precisamente por la intensa campaña educadora de los periodistas. De hecho, tenemos uno de los públicos más chauvinistas y antidemocráticos del mundo del deporte, sin que a la gran prensa le haya importado durante décadas. Dijimos días atrás: “qué machos nos sentimos gritándoles ‘ a estos putos les tenemos que ganar’ a los brasileños”.

Por eso Laverni no es tapa, editorial de televisión, hombre de la semana.

La industria cultural, lugar en el que se pretende colocar a los medios de comunicación y al periodismo, goza hoy de los privilegios de elegir de qué se habla en la Argentina o de resolver cuáles son los asuntos intrascendentes.

En la semana en que más se declamó sobre libertad de prensa y monopolios informativos, no está mal que los periodistas deportivos reflexionemos sobre cuál es el origen de tanta pequeñez y tanta manipulación, poniendo ejemplos. 

El gesto de Laverni, señoras y señores, merecía algo más que dos centímetros. Porque tenemos muchas manchas para borrar.
 
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