BILLETES SÍ, GRANDEZA NO
Mauricio, que es Díaz

Ramón DíazPor: Pablo Llonto. San Lorenzo se quedó con el Clausura, Macri con la Ciudad y, si todo tiene que ver con todo, el periodismo argentino dará, en ambos casos, una muestra más de que aquello que importa sólo es ganar.

Mientras nos esmeramos por ingeniosos títulos que incluyan la palabra “díaz”, al mismo tiempo radios, diarios, televisión e Internet buscan adjetivos para el Gran Hacedor: El Pelado.

Virtud que se le atribuye: ser pícaro.

Virtud II: ser un triunfador.

Desde la década del cincuenta, cuando los entrenadores iniciaron su enorme protagonismo, hasta estos días, en los que son megaestrellas, centenares de directores técnicos desplazaron a los futbolistas y, en las tribunas, ya no se cantaron nada más que apellidos de delanteros o defensores. Irrumpió el melodioso “que de la mano/ de../ todos la vuelta vamos a dar”.

Cómo endiosar a un DT

El goce sanlorencista, justa recompensa al equipo que mejor fútbol jugó en el torneo, no cambiará nuestra opinión sobre los técnicos.

Ninguno de ellos merece la sobredimensión.  Mucho menos el señor Díaz.

Ser entrenador de fútbol es el método más eficaz de robarles dinero a los directivos, decía Jorge Valdano en los noventa, en algo que parecía una autocrítica.

El ahora técnico campeón, quien será encumbrado en cuanto medio de comunicación se les ocurra, nada le ha aportado al juego. Nada. Mucho menos al espíritu deportivo, ni a la dignidad.

Comprador de camionetas lujosas e importadas, aquel a quien Marcelo Tinelli llama “el motivador”, dio muestras de sus filosóficos discursos “motivadores”. El miércoles pasado, en una operación de marketing que incluía carteles de la empresa automotriz, exhibió la zanahoria a sus jugadores, una Wolksvagen de 75.000 dólares “si salen campeones; de lo contrario me la llevo yo”.

Semanas atrás, Mauricio, que es Díaz, había practicado el juego clandestino con Ramón, que es Macri, en una apuesta tan curiosa como arrogante: el perdedor de Boca-San Lorenzo le donaría 10.000 pesos a los pobres niños del hogar Ositos Cariñosos. El día del pago, abundaban las cámaras y los fotógrafos. Billetes sí, grandeza no.

Al dios del fútbol habrá que pedirle que nos libre de tanto mal. 

Amor de otoño

En asuntos como estos, estamos solos, lo sabemos.

La multitud azulgrana, la que hoy clama para que el Pelado se quede toda la vida, será la misma que cumplirá las leyes de la sociedad de consumo y lo desechará más adelante. Ahí tenemos a Mostaza Merlo. Y a Alfonsín, a Menem, a De la Rúa.

Es la hora de los Díaz y los Macri. El implacable péndulo de la historia va de izquierda a derecha, con cierta vocación hacia la derecha.

La parranda de la prensa, los sigue sin capacidad para el análisis.

¿Quién se atreve a decirles algo a los pícaros? ¿Y quién a los vencedores?

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-¿Y? ¿estás contento?-, le preguntaba anoche un movilero de Canal 26 a un hincha de San Lorenzo que festejaba en Boedo.
Es, sin dudas, el tiempo de las palabras gastadas
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