LA ODISEA DE PERDER |
Desdramatizar, un verbo difícil de conjugar |
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Roberto Leto habla en radio Mitre de jugadores mufados con los que nunca se gana nada; abundan los que exigen “recambio”. En la calle, pelotones de fusilamiento a quienes les ponen micrófono, elaboran listas de “viejos que ya no pueden estar”: Verón, Abbondancieri (me resisto a escribir con z un apellido que llevaba C hasta que los dólares del pasaporte europeo y comunitario tentaron al arquero para que lo modificara), Riquelme, Zanetti, Ayala….
Por más que Basile haya hablado durante quince días de desdramatizar el fútbol, conducta que además a él le cuesta llevar a la práctica, lo cierto es que gran parte del periodismo ha convertido desde hace unos cuantos años el deporte en drama.
Ganar o el escarnio.
Ganar o la horca.
Pero cómo, ¿no era que hasta hace unas horas Basile era un genio por pregonar la desdramatización?
Ni los jugadores ni la inmensa mayoría de los escribas supieron jamás de qué se trataba esa sana consigna.
Según el ojo ultravioleta de nuestro colega Carlos Salvador Bilardo (Fox Sports), “sólo dos jugadores se dejaron la medalla del segundo puesto en el pecho”. ¡Qué orgullo sentía el doctor!
La pantalla mostraba a nuestras estrellas en el gesto compadrito de descolgarla, diez segundos después de recibirla. ¡Qué machos!
El ex colaborador del almirante Lacoste durante la vergüenza del Mundial 78, luego devenido en periodista, sugirió anoche que “supriman la entrega de medallas de segundo puesto, son un clavo ardiente en el pecho de los segundos”. Aldo Proietto hizo anoche lo mismo que hacía cuando dirigía El Gráfico. Drama, más drama y mucho teatro.
Ya es demasiado. Ha perdido el seleccionado argentino ante un Brasil superior. Chau. La vida va por otro lado. Algún siglo entenderemos, periodismo mediante, que hay tantas cuestiones más bellas que un partido profesional entre Argentina-Brasil para estimular la felicidad.
“Nos viene bien un baño de humildad”, reclama Román Iucht en la mañana del lunes de radio Continental y, solitario, señala lo correcto: “No sabemos ser segundos”.
No. Mientras esperamos la llegada de quienes nos lo enseñen, abundaremos en aquella bobada que se lee en La Odisea: los dioses nos dan las desgracias para que tengamos algo que cantar.
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