UN RECUERDO ACERCA DE FONTANARROSA EN EL PERIODISMO DEPORTIVO
Al cronista con cariño

La firma de FontanarrosaPor: Pablo Llonto. Humor. Eso le faltaba al periodismo deportivo hasta entonces. Quizás las bravatas de Panzeri en los 60 y 70 lo tenían. Pero estábamos en 1994 y nadie se había tomado con tanto humor el simple asunto del deporte. Y entonces llegó el Negro. Subido a un avión de Aerolíneas Argentinas envió el primer despacho de su nueva tarea: columnista del Mundial 94 para el suplemento Deportivo de Clarín.

Miércoles 15 de junio: “(Desde algún lugar en el Triángulo de las Bermudas…) Mi compañero de asiento de la derecha me pregunta si mi pequeña procesadora de textos es un neceser. Quizás confunde la pantalla con un espejo. Le informo que no, que es una “note book” y que estoy enviando mis notas al diario. Esto es posible gracias a los adelantos tecnológicos. Basta una sencilla conexión de mi ordenador con el sistema de radar del avión, otra del radar con el clinómetro transversal de a bordo, y de este con la estación terrena de Balcarce. Tiene la ventaja que si sobreviene una caída del sistema (o una caída del avión) el texto queda registrado en la caja negra del aparato…”

Aquí en Buenos Aires los lectores no lo podíamos creer. Alguien se tomaría en joda aquello que era joda. Por fin. Líneas después, la haría debutar a Hermana Rosa, misterioso personaje que ya nunca más nos abrigará en los Mundiales con esperanzas de exorcismos a nuestros equipos favoritos: “…Mi compañera de la izquierda se ha ofrecido, gentil, para simplificar el proceso. Es una mentalista y vidente rosarina, especializada en tarot marsellés y recuperación de parejas. Dice llamarse Hermana Rosa, es del barrio Alberdi y afirma volar a Boston para enviar buenas ondas al equipo argentino… promete trabajar sobre la recuperación de la pareja de zagueros centrales del equipo…”

Así debutó como cronista diario Fontanarrosa, sin abandonar el lápiz ni los cuadritos. Escribía, pero también dibujaba en las contratapas. Fue en ese Mundial, en los Estados Unidos, cuando pintó a un señor con cara de enojado frente a un televisor y le hizo decir: “Justo cuando se les puede gritar a los norteamericanos “¡Yankees go home! están en su casa”.

Su aparición, como lo fue la de Capusotto en la televisión argentina, ha sido de lo más grande que le ocurrió a los medios de comunicación en los últimos treinta años. Tanto que en las redacciones a veces exclamábamos: “¡ Qué hijo de puta…¿a este tipo nunca le sale un chiste malo?”

Fue el Negro periodista deportivo, a su manera. Mordaz, irónico, burlón. No necesitaba conocer las internas del fútbol para acertar en sus comentarios. Tenía el sagrado olfato de la calle, y en sus diálogos con Soriano encontraba la precisión de un comentario que nadie había hecho: “¿Vos viste gordo? River jugó sin la banda roja en la parte de atrás de la camiseta. De espaldas parecían Huracán, eso no se hace…”. Estaba indignado aquel domingo en que River estrenó un diseño de camiseta que no incluía la franja completa.

Fontanarrosa sabía ver. Ese ojo preciso del que adolecen el noventa por ciento de los periodistas le permitía hacer de la crítica una fiesta. Para quienes aspiran ser relatores de fútbol, va una recomendación. Lean el cuento ¡Qué lástima Catamaranccio! y sabrán que el estilo del Negro despedazó a Jose María Muñoz sin nombrarlo. Y de paso, dio una doble lección al dejar el interrogante de una moraleja: ¿Es más importante un partido de fútbol que la amenaza de una guerra?

Todos los homenajes que se le hagan son justos. Y sus necrológicas serán siempre incompletas. Quizás sus pecados contarán con la absolución de una delicia que dos, tres, cinco o apenas pocos más pudieron lograr: reírnos de nuestras derrotas.

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A continuación se reproduce un brillante homenaje que le realizó el dibujante Liniers a Roberto Fontanarrosa:

Homenaje de Liniers a Fontanarrosa