LA FRASE MÁS TONTA AÚN NO HA SIDO DICHA |
El verso y los Pumas |
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La triste nota que la complementa intenta convencernos de que el rugby no es un deporte elitista y asegura que debemos creer que la hombría y la entrega les vienen de un pasado amateur.
“¡Queremos un presidente Puma!”, gritó en la ruta 14, ante nuestros ojos, el domingo 2 de octubre en Gualeguaychú un asambleísta anti-Botnia, montado en una hipótesis que nos baja desde la mayoría de los programas de radio: caramba, qué raza fuerte y superior que es la de los Pumas.
Los bien pagaos
Cuánto agradecemos a los periodistas de rugby, y a los salames que los siguen, que nos enseñen que, al fin, hay un deporte sin mercaderes.
Uno los oye, o los lee que es peor, y parece que vienen a ponerles los puntos a las íes de nuestra historia deportiva y, lo que es peor, también a las de nuestra historia. La superficialidad mayor llegó de España. El diario AS llegó a publicar que Los Pumas inspiraban su garra en el Che Guevara (Risas), ex jugador de rugby.
El rápido contagio de la imbecilidad alcanzó niveles superiores hasta el domingo pasado. Pero nada será igual en los próximos días. La frase más tonta aún no ha sido dicha. Y mucho menos imitada.
¿O será que todos ellos la ven clara y nosotros no? ¿Será que por cantar el himno a los gritos debemos creer que nuestros rugbiers aman a la Argentina más que otros?
¿O será que el espíritu amateur y romántico del que hablan ahora está auspiciado por la tarjeta VISA, la yerba Taragui o las ventas ABC 1 que ha disparado el furor Puma?
¿O será que “la Familia” del rugby de la que hablan es la del club (de rugby) CUBA, en cuyo reglamento se ha consagrado que las mujeres no pueden ser socias ni dirigentas?
¿O será que la solidaridad que pretenden como espejo es la de haberse olvidado que Horacio Agulla, no el wing de los Pumas, sino su familiar, es uno de los 30.000 desaparecidos, y además periodista?
¿O el trabajo y la entrega de los Pumas, será aquello de lo que habló Juan Martín Hernández en un reportaje de Olé cuando admitió que sólo trabajó cuatro meses en su vida?
¿O es que no sabían que el rugby es un deporte de fuerza y que siempre lo fue y lo será?
¿O no tendrán tiempo de ir al archivo y buscar una cita de Panzeri, cansado de las obviedades: ‘Terminemos con eso de recomendar que el automóvil tenga ruedas…’?
De pronto resulta que todo debe ser hecho bajo el “modelo puma”. Los hinchas – y los taxistas – fanfarronean acerca de lo que han escuchado en la 710, la 630 o la 790 y anhelan que sus equipos jueguen como ellos. Quieren que el fútbol se juegue como el rugby, es decir, menos gambeta y más ladrillos. No hace mucho, un entrenador que dirige la Selección (¡igual que cuarenta años atrás!) le ha dado una ovalada a sus jugadores “para que aprendan lo difícil que es dominarla con los pies”.
Con el aval de los triunfos en Francia llegan las recomendaciones: ¡Huevo! ¡Argentinidad! ¡Al palo! ¡Coraje! ¡Esfuerzo! Y las publicidades que los estimulan: Medicus, Peugeot…
Así que señoras y señores, a prepararse. Cuando los Pumas regresen y pisen la Casa Rosada, otra condena al éxito se habrá consumado. Un presidente ( y una ¡presidenta, vayan acostumbrándose! – gritará Cristina ) sabrán enriquecer nuestro ego y tendremos un nuevo slogan guevarista: ¡Seamos como los Pumas!
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