LONDRES Y SU FIESTA DE APERTURA/  
Políticamente incorrectos

Londres 2012 - apertura/Por: Pablo Llonto. La caudalosa ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres ya está en boca de todos. Desde el mismo momento en que las generosas chimeneas ascendían en el estadio más caro del mundo, no hubo periodista y ciudadano del planeta que no hablará del show, el colorido, el despliegue, la multitud de artistas, la eficiencia, la puntualidad, la sensibilidad...

Encargada al escocés Danny Boyle (director de Trainspotting, ¿Quién quiere ser millonario? o 127 horas entre otras), cuentan que el hombre recibió la directiva del dueño del Comité Olímpico Internacional (COI) en palabras de este porte: "usted no debe fijarse en la temática de Beijing, porque fue la manifestación del país más poblado del mundo, y el Reino Unido no puede estar en pie de igualdad en este plano. Debes hacer algo similar en cuanto a la recreación de la historia del país, del estilo de vida, de lo británico, sin olvidar algo que no tiene ningún otro país, porque fue la cuna del deporte moderno".
 
Y Boyle se despachó con un festival que algunos conservadores han calificado de “basura izquierdista multicultural”. Un diputado de la derecha inglesa (Aidan Murley), ciertamente famoso en su tierra por concurrir a fiestas de disfraces con trajes del nazismo, bastante molesto con el espectáculo del cineasta quiso anotarse entre los críticos: “es la ceremonia más de izquierda que he visto en mi vida, más que la de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, en un estado comunista”.

Lo cierto es que una ceremonia como la de Londres, donde millones de televidentes puedan ver que se celebra la sanidad y hospitales gratuitos, temas sociales, las luchas sindicales contra los explotadores, la batalla por el voto y los derechos de las mujeres, que podamos celebrar besos del mismo sexo, no es para dejar de defenderla. Por todo ello, ¡viva esta fiesta del pasado viernes! Aunque sin ponernos a la par de los cuestionados laboristas ingleses (sostienen su orgullo de que la ceremonia fue realizada por un socialista), bueno es remarcar que no todo ha sido bello en la maravilla que aterró a los más reaccionarios.

Ver a la reina allí ha sido una ingratitud con la democracia. Seguramente la solemnidad y el incomprensible orgullo británico por su historia tan imperial como colonialista los arrastra a semejante folletín del que no pueden desprenderse. Ponerla en la fiesta, ya sea en una grabación o lo que es peor, con su presencia en las tribunas, forma parte de una mancha de la ceremonia.

La otra mancha fue cuando los ocho seleccionados para portar la bandera olímpica rumbo al mástil (entre ellos el director de orquesta argentino Daniel Baremboim) debieron entregarle la bandera para que recorriera el tramo final a una tropilla de militares británicos que no simbolizan otra cosa que la muerte, la guerra y la destrucción. ¿Qué habrá pensado de ello el fantástico Muhammad Alí, el noveno seleccionado para llevar la bandera que a causa de su enfermedad sólo pudo sumarse a un costado, de todo ello? Él, que dejó años de su gloria deportiva al negarse a combatir en Vietnam.

Ni la reina, ni su príncipe, ni los uniformados británicos merecían ocupar lugares en un espacio supuestamente destinado a la paz y a la igualdad.

Como esto es Hipercrítico, aquí podemos decirlo. Y ocuparnos de cuestiones de las que no se ocupan la mayoría de nuestros periodistas, muy políticamente correctos también en su afán de comentar Juegos y Ceremonias. Leemos por ejemplo a Eduardo Alperín, ex peso fuerte de las páginas de La Nación (hoy en ESPN), orgulloso de sus coberturas de los Juegos de Montreal 76, Moscú 80, Los Angeles 84, Seúl 88, Barcelona 92, Atlanta 96, Sydney 2000 y Atenas 2004, pero triste y opaco en su pasado como Jefe de prensa del Comité Olímpico Argentino (1995-2002) cuando estaba en manos de cómplices de la dictadura. Dice hoy Alperín que le gustó la ceremonia toda, “Excepto el desfile de las delegaciones, que siempre sostengo debe acortarse lo más posible, me resultó brillante. Es mi gusto, como cuando bebo vino, que prefiero el Cabernet al Malbec”.

Caramba Alperín, otro a quien molesta el desfile de todos, es decir el punto más democrático de las fiestas de apertura. Cuando todos muestran o intentan mostrar su cultura, su espacio, su existencia.

Menos mal que ante ciertos alperines, está Gonzalo Bonadeo, el único que en la transmisión, frente a la desubicación de la supuesta majestad al menos deslizó un palito para la reina. A las 19. 55, cuando todos se admiraban, el periodista más completo en conocimientos deportivos, nos dijo desde las tribunas de Londres: “la reina parece estar haciéndose la uñas”, mientras la TV mostraba a ella, y sus 83 años, mirar para abajo, desinteresada, mientras “la fiesta socialista” perduraba allá en el campo.

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