DE TINELLIS Y BARRABRAVAS/  
¿A dónde va el hincha?

El Hincha y Tinelli/Por: Pablo Llonto. Si el recordado monólogo de El Ñato, interpretado por Discepolo en la película El hincha conservara su vigencia (  “¿Y para qué trabaja uno si no es para ir los domingos y romperse los pulmones a las tribunas hinchando por un ideal? ¿O es que eso no vale nada?”..."¿Que sería del fútbol sin el hincha?...El hincha es todo en la vida...”), esta columna no tendría sentido.

Han pasado los años, todo ha cambiado, y también el hincha argentino.

Nunca fue pacífico, para que negarlo. Pero quién hubiese dicho que llegaríamos a los comienzos del siglo XXI y en las noticias deportivas predominarían las novedades sobre los enfrentamientos entre dos y hasta tres sectores en que se ha dividido la misma hinchada de un club.

Nunca fue exigente con su dirigencia ni puntilloso en sus controles. De lo contrario, la proliferación de malandras en los negocios futboleros, y los 33 años de Grondona al frente de la AFA no serían posibles. 

El reciente triunfo de Tinelli en las elecciones de San Lorenzo y la rutina de los cuchillazos, piedras y tiros en los estadios y sus alrededores confirman la desesperanza, o esperanza en estado vegetativo de un cronista nada resignado.
 
Podemos suponer que el perfil del socio de San Lorenzo que ha votado el sábado no es el mismo que el perfil del hincha no socio de San Lorenzo. Es cierto, pero tampoco nos animamos a decir que masivamente los hinchas no socios lo hubieran repudiado.

¿Y qué es lo que debían repudiar? Como mínimo la supuesta actitud ética que tanto se reclama en las tribunas: que un dirigente no puede ser a la vez dueño del pase de jugadores del club, dirigente, y también dueño de los pases de otros jugadores de otros equipos. Que quienes lucran con la pelota no deben formar parte del manejo de un club sin fines de lucro.

¿Y con las barras? Allí el asunto es más difícil. El declive se consumó año tras año, a la par de los negocios, la estimulación por el poder sindical y político, un absurdo sentido folclórico por el orgullo de tener “la hinchada de más aguante”, el extraño placer de la intolerancia y una dirigencia en general incapaz, temerosa, patotera y complaciente. Luego, la policía hizo lo suyo y se prendió en el asunto también para recibir beneficios.

Y qué rol ha jugado la prensa en esta conformación del hincha moderno: ni hace falta extendernos. Tenemos en el país, como regla, de las peores prensas deportivas. Escandalosamente exitista, fáciles para el elogio, poco serias para las críticas y más dispuestas al show que al análisis. Para la gran prensa la llegada de Tinelli se reduce a la simplificación de que el socio votó a “quien trae los recursos para salvar al club”. Apenas un artículo de advertencia en Perfil.com firmado por Andrés Eliceche y Federico Bassahun, o algunos comentaristas radiales, dieron cuenta del despropósito.

Hoy, en la lejanía del lunes, cuando empiezan las sobadas de lomo al tinellismo, cuando se apaga el fervor pasajero de un intento por implantar el derecho de admisión, la evocación de El Ñato es una sencilla regresión. En algunos aspectos, la humanidad ha mejorado. En el fútbol, seguimos con la mano extendida.

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