LA PRENSA ULTRACONSAGRADORA/  
Pobre Maravilla

En revistas del corazón/Por: Pablo Llonto. Convertido de pronto, y sin querer queriendo, en ídolo nacional, los biceps y la novia, sus gustos y sus hobbies, el pasado y el futuro, el curriculum y la patente, la palabra y el pensamiento de Sergio “Maravilla” Martínez recorren con infinita paciencia las tapas de las revistas, los espacios en los noticieros, el tiempo inservible de algunos comentaristas radiales y aún los lugares en los que uno pensaba que habría cierta resistencia al elogio fácil, al cholulismo exagerado y al oportunismo que dilapida tiempos y páginas que deberían ocupar otros.

No me afecta mi eterna, pero inconstante e incoherente, aversión al boxeo profesional.  De hecho, no se hablará aquí de ello, más que en estas pocas líneas que ahora preceden a este minuto. Que todos se hayan convertido en especialistas en el deporte de los puños forma parte de la opinión general que, como toda opinión general es un derecho que forma parte la libertad de expresión. Y en la Argentina de hoy, si de algo no pueden quejarse “los contras” es que pueden decir lo que se les canta.

El asunto es la veloz construcción de templos y altares periodísticos que abundan en los medios. Una tarde, con prisa y sin pausa, son ídolos nacionales el motociclista Patronelli, el tenista Del Potro, el futbolista Messi, la leona Aymar, el basquetbolista Ginóbili. A todos ellos se les examina brevemente la biografía, mucho menos el pensamiento y, con el pretexto de una necesidad periodística, se los somete al seguimiento múltiple, casi hasta el límite de convertirlos en una bandera que ondeará, más fuerte en los tiempos de triunfos y será izada en los tiempos de las derrotas deportivas.

¿Y qué hay de malo en ello? El cronista, puede enumerar – y necesitaría dos o tres columnas – la variedad de ídolos nacionales que construyó la prensa en las últimas décadas hasta ocultarlos con su silencio fantasmal. Las ruinas de tantos santuarios se reproducen año tras año indicando que han hecho del deporte una cuestión de ganar o perder.

Ocurre que los boxeadores son el último orejón del tarro deportivo. Ahí andan los campeones mundiales, y los que les sirvieron de escaleras a los campeones mundiales, en el sencillo rol de seres humanos a quienes la fama veloz y las noches de confusión enredaron hacia el perverso mundo del consumismo y capitalismo voraz.

¿Dónde puede refugiarse un nuevo ídolo? ¿Dónde encuentra un minuto para pensar? ¿Dónde un consejo que lo aparte del tinellizado medio país que lo quiere como se quieren a las estatuas?

La magia de la TV ejecuta órdenes, como las ejecutan muchos compañeros periodistas, quizás de buena fe, creyendo que la prensa debe ir con los ganadores hasta el baño y exaltarlos por su oro, por sus pesos, por sus glorias más recientes.

Este año se han ido del mundo personajes valiosos. Camilo Taufic en el periodismo, Teófilo Stevenson en el deporte. De este último quizás, se conserven los rescates adecuados para este momento. Fundamentalmente, resistir las tentaciones que ofrecen los medios bobos, la plata boba, el país bobo.

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