COPA LIBERTADORES Y UN FESTÍN DE LIBERTAD
Prenseros go home

Copa LibertadoresPor: Pablo Llonto. Están allí, en el disimulo de ser periodistas. Abundan en los celulares y en las agendas y, sin embargo, insisten en el llamado diario o el decidido correo electrónico en el que anuncian la llegada del gran evento. Nos proponen la nota que no queremos y, al mismo tiempo, al dato que precisamos, siempre le anteponen las cinco palabras que anticipan el destino de nuestra nota: “dejame que te lo averiguo”.

En la delicadeza se los llama jefes de prensa; en las redacciones, los prenseros.

A juzgar por las últimas informaciones recibidas, una empresa prepara el desembarco en la Argentina de una gigantesca operación de prensa para instalar la marca Copa Santander Libertadores. De golpe, el periodismo deportivo nacional se verá obligado a borrar de su memoria la abominable costumbre de llamar Copa Toyota Libertadores a la Copa Libertadores para configurar en sus cerebros el nuevo folletín del marketing: Copa Santander Libertadores.

La pesadilla 

Los hay de clubes, asociaciones, federaciones, empresas de imagen, futbolistas, rugbiers, tenistas, eventos y Copas o Recopas.

Aplican su ley primera: un sandwichito, un coctel y un pasaje aéreo inspiran los mejores comentarios de los cronistas a seducir.

Ofrecen  abundantes elogios a nuestras más patéticas notas, intercalan confesiones intrascendentes para hacernos creer que saben mucho de los protagonistas y satisfacen nuestras humanas necesidades de pedirles una fecha, un apellido, una confirmación.  

Así, mientras adormecen a los periodistas, mantienen la esperanza de que mil menciones al empleador que los mantiene en alguno de los medios en los que trabajamos les reditúen el aplauso, el abrazo o el sueldo.

No hay jefe de prensa que reniegue del ingenio. En este momento alguno de ellos está a punto de corromper a un trabajador de prensa con una entrada VIP en algún recital o bosqueja una lista de viajeros clave que serán acompañados en un avión que aterrizará en la ciudad candidata para organizar el próximo Mundial.

¿Quién se ha atrevido –por ejemplo –a denunciar a la empresa finlandesa Botnia por embarcar dos docenas de periodistas dispuestos a ser hechizados en la gélida Rauma o en Helsinki? 

Nadie ignora que los jefes de prensa sospechan que no son mercaderes. Tampoco encuentran nada inmoral en sus acciones publicitarias. De modo que no los calificaremos más. Estamos de acuerdo con el principio de inocencia; no con el de insistencia. Por lo tanto, dejen que practiquemos la maravillosa sensación de no confundirnos más y de invitar a los colegas que habitan “Deportes” a ser menos generosos: No a la Copa Santander Libertadores. Sí a la Copa Libertadores.

Es posible que así mejoremos nuestras hipócritas relaciones con los jefes de prensa y podamos explicarles que censurar sus comunicados o sus gacetillas no es un acto de censura; es un festín de libertad.

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