LA TONTA TAREA DE CRITICAR CON NÚMEROS |
Diez, nueve, ocho, siete...out |
|
La vertiginosa tarea de calificar a los futbolistas estalló el lunes pasado cuando los lectores de Clarín Deportivo observaron que los once jugadores de Tigre habían sido calificados con 5 puntos cada uno.
¿Inhabilidad del cronista? ¿Un tempranillo antes del partido? ¿Un acto de roja justicia igualitaria? ¿Qué había pasado?
Abolición, abolición
Cuatro líneas, muy escondidas, en el diario del martes aliviaron la incomprensión: “por un error en la edición de ayer salieron mal los puntajes de Tigre (ante Lanús) que deberían haber sido: Islas 8; Morero 6, Alessandría 5, Ferrero 5; Galmarini 5, Castaño 7, Martínez 6, Rusculleda 6; Ayala 4; Ereros y Lázaro 6”.
El texto nos hizo figurar algunos hechos que dejaron de pertenecer al mundo ficticio: la desesperación del cronista cuando el lunes compró el diario, el alivio de Islas el martes; las conjeturas de los lectores más fanáticos – y sus risas – durante las 24 horas del lunes, las caras de los estudiantes de periodismo que sólo compran Clarín los lunes y lo evitan los martes; el éxtasis de los pocos que pregonamos, desde hace un tiempo, el fin de la tonta tarea de criticar con números.
La paradoja es que la imprecisa labor ha demostrado su ineficacia no extendiéndose a otras actividades: nunca un comentarista de cine le puso puntaje a cada uno de los actores y extras de una película; menos un crítico de maratones diferenció a cada participante con una evaluación. ¿Por qué entonces creer que la soledad de un futbolero puede abarcar los detalles de veintidós y hasta veintiocho personas?
Como fue con la colimba y ahora lo es con la monarquía (¡ Al fin un presidente – Chávez – que se atreve a decir una coherencia internacional y pide el fin de los reyes!), alguien debería iniciar una campaña pro-eliminación de la tarea de calificar a los jugadores.
Los periodistas deportivos, incapaces de hacerlo, preferimos transformarnos en insolentes, otras veces en piadosos y las más en generosos para darle a cada uno lo que, pensamos, se merece. Todos saben como desangran los redactores, después de cada partido, para cumplir con el deber cuando la memoria se desnuda y ya no se acuerdan si el volante dio tres pases bien o seis mal. (“Che – le gritan al pasante que los acompañó a la cancha- ¿A Pelletieri le ponemos un cuatro?”)
No faltaron noches en las redacciones de cualquier diario o revista de la Argentina en que los puntajes fueron inventados (“¡Che, hacete la síntesis de Colón-Banfield que no pudimos mandar a nadie a la cancha!”), modificados (“¡Che, bajale un punto a algunos jugadores de Central que el corresponsal en Rosario siempre los atiende bien!”), o censurados (¡”Che, Giunta nunca puede sacarse un diez!”)
El arte de ponerles puntajes a los jugadores se compone, aproximadamente, de tres reglas generales que contribuyen a su mala fama.
a.-Nunca debés poner cero. En Clarín – recuerdo – regía una melancólica pieza de la estupidez: “Sólo por entrar a la cancha los jugadores ya tienen tres puntos”.
b.- La suma de los puntajes del equipo vencedor no debe ser inferior a la suma del equipo vencido.
c.- Solamente se califican a los jugadores que estuvieron en la cancha más de veinte minutos (argumento cuyo tiempo varía de acuerdo a los jefes de cada matutino y que los lectores deben adivinar).
Se nos ocurre una razonable manera de contribuir al fin de esta absurda lotería universal: sería que la revista Barcelona, o TVR o CQC, invitasen a un plantel profesional a calificar cada domingo a los periodistas.
¿Cuántos puntos le pondría el Chiquito Bossio a las centenarias obviedades de Macaya?
¿Qué puntaje elegiría Orteguita para las profundas consultas de Tití Fernández?
¿Qué nota aconsejaría el Piojo López para Gastón Recondo luego de enterarse –esta semana – de la nueva confesión del presidente Aguilar historiando que el chico de TyC Sports cobraba 10.000 pesos por mes por hablar bien de River?
Otra diversión que contribuiría a la derogación sería la de proponerles a los periodistas de otros medios que les pusieron puntajes a sus colegas.
¿Se animarían los especialistas de ESPN a cargarle un dos a Walter Queijeiro de Fox que se la pasa elogiando a los premios Fox... en su columna de Fox?
¿Cuánto le darían los críticos de Paparazzi al jurado de la sección Espectáculos de Clarín que seleccionó a tres programas deportivos de Canal 13-Clarín para el terceto que competirá por el premio Clarín 2007?
Tinelli, un periodista deportivo cuyas Obras Completas dejarán a las próximas generaciones la modestia de un hallazgo (“¡Pum para arriba!”) supo trasladar a sus actuales shows los rencores y las exaltaciones de otorgar un seis o un nueve. Allí están los jurados aullando números mientras los televidentes creen que se trata de rigor científico.
Pobres de ellos. Pobres de nosotros.
Opiná sobre esta columna en nuestro libro de visitas