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Por Pablo Llonto. ¿Usted sabe cuál es el tren fantasma donde se reunían y reúnen los abogados que añoran a Videla y al horror?  

 

Se llama Sociedad de Abogados Penalistas y si usted se anima, y le gustan las películas de terror, puede visitarla en el piso ocho de Lavalle 1506.

Allí por ejemplo deambulan Roberto Durrieu, ex subsecretario de Justicia de la dictadura, Guillermo Rivarola, juez de la dictadura, Ricardo Saint Jean, hijo del ex gobernador de facto en la provincia de Buenos Aires y actual defensor del capitán Edgardo Faur, acusado por genocidio, José Garona, defensor del brigadier Agosti en el juicio a las Juntas y ex camarista de la dictadura, José Scelzi, abogado del condenado represor de la ESMA Ricardo Cavallo y sigue la lista... de unos cien simpatizantes de los condenados, en la Argentina y en Europa, por delitos de lesa humanidad.

Poca gente concurre a los eventos de la Sociedad. El espanto por escuchar allí lo peor que se puede decir sobre democracia, derechos humanos y desaparecidos, es una de las causas que aleja a los bienintencionados de semejante cueva.   Sin embargo, el hoy juez en lo Penal Tributario Javier López Biscayart se jacta de concurrir a dicha sede.   ¿Y esto que tiene que ver con el deporte?   Pues que la semana pasada el “protegido” magistrado López Biscayart rechazó la denuncia de la AFIP para que se investigue la más grande de las estafas que se cometen con las transferencias de los futbolistas.

Triangulaciones con clubes que contratan jugadores que jamás se ponen la camiseta, existencia de “paraísos fiscales deportivos”, evasiones fiscales, fuga de capitales...   Protegido por los grandes medios locales, en especial por Clarín, Olé, La Razón, Perfil y La Nación, ninguno de ellos editorializó ni denunció con vehemencia el fallo de un juez que – por el momento – impide que se meta mano en los escandalosos manejos de los pases, los representantes y los dirigentes cómplices.   Cierta pasión de un sector del periodismo nos sorprende en los días recientes: entrarle al pasado y al presente de los jueces. Muy buena costumbre, y en buena hora. Lástima que tan noble tarea no se realice con todos los jueces por igual.   El fútbol necesitaba que la causa de “mani pulite” cayera en manos de un juez de verdad. Cuando supimos de su radicación en el juzgado que maneja López Biscayart, temblamos.   Luego, un detalle nada menor nos hizo transpirar: el abogado del defensor de River Jonathan Bottinelli, pícaro autor del espectral pase que requirió los servicios del gentil club Unión San Felipe de Chile, cuyo estadio jamás pisó, era Mariano Cúneo Libarona.   El estudio de los Cúneo Libarona tiene un representante de la familia como vocal de la ¡Sociedad de Abogados Penalistas!

La misma que nos invade con pronunciamientos a favor del indulto a los genocidas.   Los hechos demostraron que estamos en el horno (más allá de la apelación de la AFIP). Y que cierto periodismo deportivo que habita en los medios concentrados no está dispuesto a contar quién es quién en la Justicia y por qué la impunidad sigue reinando en el manejo de la AFA y los clubes.

No es casual que meses atrás el diario deportivo Olé calificara a López Biscayart como “un juez duro”.

Quién lo duda.