Independiente descenso

Por Pablo Llonto. Semana brava para el periodismo argentino. El crimen de Ángeles desató la furia tremendista y amarilla de los medios hegemónicos. En las primeras 24 horas del asesinato gritaban a los cuatro vientos que la adolescente había sido violada, que el barrio era el reino de la inseguridad, que las sospechas apuntaban a los laburantes del Ceamse y que la culpa era del Gobierno.

Semana brava para el periodismo argentino. La tragedia de los trenes en Castelar desató la furia tremendista y amarilla de los medios. Frente a las nuevas muertes y decenas de heridos ya estaban todos “preparados, listos, ya...” para aprovechar de la sangre y los hierros retorcidos y, sin más, buscar la ventajita que lleve agua para el molino de la oposición.

Semana brava para el Rojo. La más brava de todas las semanas de su vida. También para cierto periodismo que anticipaba, semanas atrás, que una lluvia de violencia se desataría el día (o la noche) en que Independiente se fuese al descenso.

Nada de ello pasó. Por la televisión o en nuestro trato diario con hinchas del Rojo, confirmamos que aún podemos guardar esperanzas de un “nuevo hincha”. El que acompaña en buenas y malas; el que admite el llanto como primera y última expresión de la bronca; el que prefiere el canto sublime del aliento a la cólera de un proyectil, una sede rota, los vidrios destrozados de un micro o la cabeza partida de un jugador.

Ya una buena señal había ocurrido a comienzos del torneo cuando el fresco estoicismo del presidente del club (Cantero) despertó en miles de hinchas de Independiente la filosofía de la buena gente: adhirieron a la propuesta de no dejar entrar a la barra. Fueron conocidos sus cantos en contra de los más sanguinarios y el apoyo, por medio de volantes, al dirigente que anunciaba el comienzo de una batalla.

Esos hinchas de Independiente eran una rara avis del fútbol nacional.

Sin embargo, a poco de avanzar el campeonato, el miedo o la angustia vencieron al arriesgado presidente y Cantero debió ceder, los barrabravas tenían que volver.

Muchos hinchas creyeron que con el territorio “recuperado” por la barra y su reingreso a la escena (los violentos 1-Florencia Arieto, la abogada que luchaba contra los barras 0) los jugadores del Rojo duplicarían sus esfuerzos y entenderían que sin la hinchada estaban perdidos, porque se iban al descenso.

Todos se fueron igual al descenso, con barra incluida, y padeciendo nuevamente los pros y los contras (casi siempre contras) de tener a doscientos o trescientos integrantes de un grupo de tareas que sólo sirve para robarse parte del botín del fútbol.

El sábado 15 de junio de 2013 quedará en el recuerdo como una marca estremecedora. Para los de Independiente por el descenso y aquella sensación de “no puede ser real” que desbordaba de cada rostros en las tribunas. Para todos nosotros como el día en que los hinchas rojos demostraron que tienen un sentimiento incomparable y que pese a sus idas y vueltas durante 2012 y 2013 respecto de las barras, merecen calificarse, por ahora, como “los mejores hinchas del país”.