grondona y papa francisco

Por Pablo Llonto. Nadie le pide al Papa que rompa con siglos de protocolos y mande al reverendo carajo a Julio Grondona. Sería una lástima – en especial para quienes creen en su bondad infinita - verlo a Francisco en pose colérica y echando del Jardín Terrenal Romano, cual ángel con espada de fuego, al mayor responsable de los desastres futboleros del país.

 

Pero qué más da. El Papa es el Papa y tuvo que tragarse el desfile de cincuenta dirigentes del fútbol, y un bombista menemista a quien sólo falta que le pongan el nombre de un torneo. El Tula, el mayo ícono del vale todo en el fútbol, aquel a quien la mayoría de periodistas aún ve con la simpatía de un personaje no dañino, ingresó al Vaticano, supuestamente por pedido del propio Papa (así trató de explicarnos el jefe de Prensa grondoniano, el ex crítico de Grondona, Ernesto Cherquis Bialo).

Que medio centenar de dirigentes del fútbol hayan viajado a Roma no es problema de la AFA, y nada más. Debió ser el gran tema de la semana en la prensa deportiva y sin embargo, salvo excepciones, no fue tratado por los deslumbrantes programas de investigación que en estos tiempos se relamen en la TV argentina.

“Vosotros, queridos jugadores, son muy populares, la gente los sigue mucho, no sólo cuando están sobre el terreno de juego, sino también fuera. Es una responsabilidad social", dijo Francisco, mientras don Julio sonreía con dos sonrisas.

Una porque él se considera un responsable social, por todo el bien que le hizo a nuestro querido fútbol. Como considera a su otro “responsable social”, a quien llevó al Vaticano, no para que hable de su estrategia de agua bendita y vomitiva a los bidones en el Mundial de Italia, sino para que exprese su fanatismo católico: el servidor en cuestión se llama Carlos Bilardo.

Otra sonrisa porque las santas baldosas del Vaticano fueron pisadas por esa corte de seguidores que se conforman con un pasaje y una estadía en buenos hoteles a cambio de un voto eterno al Padrino de la pelota.

Ése ha sido el sistema de compra de votos de Grondona durante toda la vida y así le han pagado la mayoría de los dirigentes durante tres décadas. Con el silencio, también eterno, frente a las muertes en el fútbol, el despilfarro en cada club, los negociados que hunden a las instituciones, el cambalache de representantes, los estadios faraónicos a medio hacer, el derrumbe de los balances y las cuentas, la casi desaparición de los otros deportes…y el Tula a puertas abiertas.

Quedó allí la buena crónica de Daniel Lagares en Clarín, dejando las pistas para que algún futuro investigador, de aquellos que no abundan en la prensa nuestra, indague de qué se trata este intercambio de favores (y de euros y de dólares) entre los organizadores de un partido (la empresa World Eleven y el argentino Guillermo Toffoni) que será de ida y vuelta y que nada aporta a la “responsabilidad social” que pide el Papa.

Es evidente que tanta irresponsabilidad social brilló cuando vimos la foto más simbólica. O porque el Papa es un ingenuo. O porque le da lo mismo aparecer en una foto con Julio Grondona y Carlos Bilardo al lado.