Passarella y Díaz

Por Pablo Llonto. No sólo River se hunde, buena parte de los clubes argentinos se hunden. Y no en la tabla de posiciones, se hunden como instituciones agobiadas por las deudas y por la violencia.

 

No estamos aquí para criticar el pésimo juego de River, su mala racha de siete partidos, su profundo divorcio con los hinchas.

Nos preocupa el descontrol, del despilfarro, la política del “Viva la pepa” que impera en la dirigencia y en los entrenadores, con buena parte de la prensa deportiva haciendo la vista gorda.

Esta semana que pasó la Comisión Directiva que encabeza Daniel Passarella aprobó un contrato de más de 40 millones de pesos por dos años, equivalente a 1.600.000 pesos por mes para todo el Cuerpo Técnico (Ramón Díaz, su hijo, el Pichi Escudero, médico, examinador de videos y la mar en coche).

Pocas voces se escucharon desde el periodismo para denunciar esta barbaridad. Muy bueno lo de Miguel Angel Rubio, el Chiqui, el analista deportivo del programa de los eternamente mediocres Mónica y César en radio del Plata. Rubio fue la excepción que confirma la regla y pegó duro a la dirigencia de River, a Passarella y al propio Ramón Díaz por no tener vergüenza de consumar esta veterana modalidad de ejecutar el destrozo de los clubes: pagar sueldos europeos en un fútbol que debe estar para el ahorro y no para la fiesta menemista.

No sabemos cuánto es el déficit de River. Sus candidatos a presidente, entre ellos Daniel Kiper, quien el domingo antes del partido habló de 400 millones en rojo, aseguran que el club le debe plata hasta a las canillas.

Lo peor es que debe y debe cada día más luego de los millones de pesos que el estado pone con Fútbol para Todos para mejorar el deporte, por medio de los clubes, y no para convertir la inversión estatal en negocio de unos pocos.

Desde hace un buen tiempo, y motivados por una prensa deportiva que no entiende nuestra responsabilidad a la hora de formular críticas, la mayoría de dirigentes argentinos, comandados por un emperador llamado Julio Grondona, manejan los clubes como si fueran agencias de marketing para futbolistas y entrenadores profesionales. Revisen los balances de la mayoría de clubes con fútbol profesional en la Argentina y se encontrarán con la canilla libre para el derroche en transferencias, salarios millonarios, y pago de entrenadores a quienes se los pinta previamente (y aquí el rol del periodismo ha sido horrible en los casos de Ramón Díaz y Bianchi) como los salvadores del equipo.

Mientras tanto decenas de actividades deportivas aguardan que el prometido derrame hacia la sociedad, los barrios, los jóvenes que pretenden atletismo, natación, gimnasia, vóley, algún día se concrete.

Gane o pierda Ramón Díaz el año que viene, salga o no salga campeón, todo aquello que hoy se ha firmado es un bochorno. Y los bochornos se pagan.