Riquelme

Por Pablo Llonto. Riquelme anuncia en la semana que el plantel de Boca no hablará con la prensa hasta tanto no se buchoneé el nombre y apellido del buchón que le contó al periodismo las peleas internas de los jugadores.

 

Días después, al final del partido entre Racing y Boca, Riquelme habla con un periodista, y sus declaraciones desmienten al anterior Riquelme.

Los periodistas, ansiosos por las palabras de los jugadores boquenses, aguardan en estas horas conocer si el pulgar de los jugadores les indica el piso o el cielo. Nadie lo sabe aún.

Este cocoliche de último momento, pinta las ambiguas relaciones entre futbolistas y periodistas deportivos en la Argentina. Pero además confirma que tantos unos y otros, la mayor parte de los veces, tenemos cuestiones poco interesante para preguntar y/o responder.

Los “silenzios stampas” metodología rebelde que décadas atrás patentaron los italianos, enojados con una prensa que los hostigaba cuando se daban malos resultados, buscaban y buscan herir la sensibilidad de los cronistas que (según piensan los futbolistas) se mueren de ganas por hacer reportajes, esperar conferencias de prensa, o arrebatarles una frase a la salida de la cancha, del vestuario, del auto o de la casa.

Veamos el lado positivo de la historia: a esta altura del siglo XXI y con tanta cosa que se ha dicho en el fútbol argentino, ¿no sería mejor que los jugadores de fútbol se tomaran unas extensas vacaciones con el periodismo y por unos meses no se los molestara con pedidos de entrevistas, de charlas, de Conferencias de prensa?

¿Cambiaría en algo la historia del fútbol o la historia del periodismo?

Imaginen ustedes un tiempo sin frases hechas, sin consultas de los periodistas acerca de las buenas rachas, las malas rachas, los técnicos que se van, los técnicos que vienen, si no le parece que tal rival es difícil, si no le parece que el partido que viene es decisivo, si firmás el empate o no, si las cosas han cambiado desde que vino el nuevo entrenador, y así miles y miles de preguntas y supuestos cuestionarios interesantes que suelen terminar con el novedoso interrogante que hasta el propio Fontevecchia aún cree que es novedoso: ¿tiene algo más para agregar que no le hayamos preguntado?

La historia de los boicots es larga y aburrida. Los hubo hasta de la Selección Nacional en tiempos de Basile cuando, además de la boca cerrada del plantel, el entrenador se dedicaba a hacer cuernitos o tocarse los genitales si pasaba frente a él determinado colega. Los hubo en viceversa. La prensa enojada con los futbolistas. Desde aquel caso de 1934 en Córdoba cuando los cronistas resolvieron “ni una línea a Talleres” por las agresiones verbales de un irascible defensor, Demetrio Aguirre.

Nunca los boicots de uno de otro lado sirvieron para algo interesante. Ni mejoraron la calidad del periodismo, ni forzaron a los futbolistas a la reflexión de encontrar brillantez en sus palabras para demostrarles a los de la prensa que ya es hora de terminar con las preguntas bobas.

En una de esas, de existir el mentado boicot, tenemos un tiempo de paz. Y nuestros periodistas se dedican a buscar otros personajes. Que son miles, y a quienes en el mundo del deporte hace buen tiempo no se les conoce la voz y deben tener cosas más interesantes que decir, que un tal Riquelme.