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Por Pablo Llonto. Veinte veces, o un poco más, pronunció Agustín Orión el arquero boquense la palabra error durante la noche del domingo. Al menos en unas cuantas se refería a su equivocación al calcular mal los pasos de su salida cuando debía cortar el centro. Por dos segundos, llegó el gol del triunfo de River. Otras veces lo hizo para criticar al árbitro Pitana. Pero fue implacable Orión cuando clavó su mirada en el periodista que le refregó sus errores en anteriores partidos. “Llevo 300 partidos en primera y vos venís a hablarme de mis errores”. Fue aquí entonces que la autocrítica de Orión, si es que era tal cosa, mudó a fastidio, y todos pensaron que el arquero no hacía más que enredarse y enredarse en una mezcla de soberbia y confesión.

 

La admisión de errores no es asunto de todos los días en el fútbol profesional. Ni aquí ni en toda la FIFA junta.

Algo muy parecido sucede en el periodismo. En la misma noche del domingo, cuando la conferencia de prensa se había encargado de Carlos Bianchi, dos periodistas le preguntaron al entrenador boquense las mismas cuestiones que ya había contestado antes: ¿Cómo piensa resolver el estado anímico de los jugadores después de la derrota en este clásico?

Estas equivocaciones periodísticas (preguntas con respuestas obvias, preguntas similares a las que hicieron otros colegas cinco minutos antes) son tan errores como los desaciertos ocasionales de un Orión que genera polémica.

Veamos la siguiente contrapartida: si todos los futbolistas admitiesen sus errores al final de los partidos, ¿los periodistas y los hinchas seríamos más felices?

Y si todos los periodistas reconociesen sus equívocos y sus falsedades, ¿cómo nos mirarían los futbolistas, los políticos, los otros periodistas a quienes criticamos y la sociedad?

La semana pasada el extraordinario Ricardo Bochini dio cuenta de un yerro nacional en los medios. El ex diez del Rojo dijo que uno de los barrabravas de Independiente (Bebote) es lo que es por culpa del periodismo. Señaló así una mala costumbre de la prensa bendita, la de haber convertido a estos personajes y a sus seguidores en figuras públicas que poco más ganan espacio en el hall de la fama de los clubes.

No se trata de prohibir las entrevistas a los barras, o esconderlos sin nombrarlos o fotografiarlos. Bochini hablaba del mal paso dado por una docena de periodistas que esperaban a Bebote días atrás en Independiente para pedirle su opinión sobre el futuro de la dirigencia. La televisión también coquetea con ellos cuando los enfoca como niños cantores o tiernos tocabombos, sin hacer alusión al accionar fascista y derechoso que los acompaña.

El rol ejemplar del periodismo comenzará cuando la admisión de errores modifique conductas. Hoy el periodismo estimula comportamientos que arruinan la dignidad humana. En el fútbol, con varios hechos ya descriptos. En la vida argentina, como muestra más reciente, agitando lo peor de la sociedad hasta el punto de los recientes linchamientos de pibes que robaban.

Como los errores se pagan, ahí andamos pagando los nuestros. Como Orión el suyo.