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¿Cuánto costó el pase del año? |
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Sólo un dato se sabe: en la hoguera de las vanidades del deporte argentino, el pase del año, según se puede leer en los avisos a todo color que se publican en los diarios, ha sido el del periodista y empresario Fernando Niembro de radio La Red a la tinellesca radio Del Plata.
El derecho a la información
Pocas cuestiones tienen más intriga en el periodismo argentino (¿y mundial?) que los sueldos de los periodistas. Ya se sabe que, por el momento, triunfa un capricho del siglo pasado: “no hay que hacer periodismo de periodistas”.
Salvo algunos, que hace un tiempo rompimos con esa virginidad, el repudiable verso mencionado ha permitido engañar a lectores, oyentes y televidentes, permitiéndoles suponer que “de los periodistas no se debe hablar”.
Conmovidos por la publicidad en la que Niembro sonríe por “su transferencia” y exigidos por la mencionada oposición a semejante malacostumbre negadora de los nuestros, por un momento pensamos que en las radios argentinas estaba sucediendo lo mismo que en los clubes.
¿Es que Tinelli – dijimos - le compró el pase de Niembro a los dueños de La Red?
La gran hipocresía de esta profesión que intenta el vedettismo y luego abjura de el, nos puso en el debido lugar.
Ni pase, ni ocho cuartos.
Niembro se desligó de su relación con La Red y saltó rumbo al mundo Tinelli. Todo bien.
Ocurre que despertó, una vez más, una curiosidad que parece sana: ¿Cuánto ganará?
El periodismo – finalmente aprendimos la lección – debe ser provocador, incómodo y muy molesto. Y debe serlo también con los medios de comunicación y, en especial, con sus principales estrellas.
Desde el siglo pasado vivimos un periodismo con las manos manchadas de billetes. Los canales de TV son de quienes más plata tienen, los programas que sobreviven son los que tienen anunciantes, los diarios y revistas que no cierran son aquellos que nadan en publicidad.
¿Conocer cuánto percibe el periodista deportivo más famoso del país es un juicio a Niembro?
¿O es simplemente ejercer el mismo derecho a la información que invocamos los periodistas para saber cuánto salió la transferencia de Archubi, la de Abreu, o la de Cáceres?
¿No tienen derecho los deportistas a saber cuál es y cómo es el negocio de quienes los juzgan y critican?
¿A quiénes responden, quiénes les pagan, cuáles son las publicidades y compromisos que los maniatan?
¿No es Tinelli un empresario vinculado a transferencias de jugadores y a los negocios que se hacen con los bienes del club San Lorenzo?
Estas y otras conjeturas se aliviarían con la publicación de un listado de los ingresos reales de los dueños de los medios de comunicación y de cada uno de sus trabajadores. Si alguien piensa que nos perturba el pecado capital de la envidia les decimos que hace rato se nos fueron los efectos del catolicismo y del capitalismo. En casa vivimos felices con los mil quinientos pesos que se juntan por mes con el periodismo y cuando no hay se pide, y cuando sobra se reparte. Nuestra anarquista aspiración es que logremos una sociedad de verdades, amores, sin dinero, sin consumo, igualitaria y con todas las libertades, menos la de explotar.
No es como dice el horrible filósofo Savater cuando escribe que “sin la envidia es muy difícil que la democracia funcione. La gente por ella tiende a mantener la igualdad”. La envidia es lo más antidemocrático que le sucedió a la humanidad. El que envidia, quiere más para él, y para él, y para él. Si todos los periodistas ganasen lo que gana Niembro, en alguna parte del mundo, alguien sangraría.
El juicio profesional a Niembro y a cualquiera de nosotros puede esperar otro capítulo. Y miren si hay material: Diego Bonadeo lo definió como el gran anunciador de indultos (Niembro fue el vocero del gobierno de Menem que le dijo al mundo que los represores de la dictadura quedarían libres y felices). Una liviana encuesta de la revista Un Caño, hace dos años, lo ubicó entre “los peores periodistas del país”.
En breve (una década, dos) sabremos cuánto mejoró o empeoró el periodismo deportivo argentino con el modelo Muñoz-Niembro-Araujo-Macaya-Proietto.
Por lo pronto interesa insistir con un periodismo que se abra a la verdad, a las investigaciones, a desnudarnos para saber quién es quién, al pensamiento, al debate de ideas.
Interesa debatir quién nos paga, cuánto, cómo. Así sabremos más de nuestros silencios.
Interesa debatir, por ejemplo, qué debe entender un periodista como “buena noticia”. La tapa de Clarín del último domingo brinda una idea de aquello que para los “oficiales” de Magnetto y la señora de Noble se trata de una una buena noticia: “Abrirán veinte shoppings por el boom del consumo ”. Quienes en la calle Tacuarí privilegiaron esta información sin visión crítica del shoppinguismo nacional están en el campo de las mayorías, creemos. Para ellos el mundo es “compro, luego existo”.
Bastante solos en cambio, como en un naufragio, pocos periodistas esperamos el boom del reparto, el boom de la educación, el boom de la salud gratuita, el boom de la vivienda, el boom de la lectura, el boom del fin de la pobreza y mientras tanto adherimos a una plegaria que proviene de nuestros amigos peronistas setentistas.
El periodismo será revolucionario o no será nada.
¿Era así?
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