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Por Pablo Llonto. En esta columna, habitualmente descreída, colocamos una desesperanza durante la semana pasada. “A ver qué dicen los dirigentes de River”, desafiamos, después de conocer los elogios de Ramón Díaz a la barra brava de River.

 

A Ramón Díaz y sus mil doscientas disculpas no le creemos por supuesto. Ya nos tiene cansado. Se pasó de lunes a sábado aclarando sus dichos. Pero como entre Díaz y la fábula del Pastorcillo no hay diferencias, allá quienes lo consienten.

Pero sí resulta saludable la actitud del presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, quien le marcó los puntos al entrenador (“Es lamentable que haya dicho esto. Tiene que cuidar los términos que utiliza"). Podría haber sido más duro, es cierto. Pero vamos a darle unos días de margen. Ya se había anotado un punto el dirigente cuando señaló, semanas después de asumir, que: “Si algo hemos hecho desde que llegamos fue no tener relación con los barras. No tenemos nada que negociar con ellos porque no hay pacto con el diablo".

Los especialistas en River señalan que D’Onofrio, efectivamente no mantiene trato con el sector fascista de la hinchada, habitualmente llamado barra brava. Ojalá el resto de la Comisión haga lo mismo, y más temprano que tarde tengamos una resolución que los termine expulsando como socios, con el juzgamiento adecuado y el correspondiente derecho de defensa.

Ahora el futuro dirá lo suyo. O lo dirán los muertos o heridos en el Monumental.

Otro dato alentador es la renuncia de Marcelo Araujo a Fútbol Para Todos. Algo parecido al “seppuku” de los japoneses cuando eludían el deshonor. Sus respetuosos términos elegidos para una despedida que miles anhelaban, sufrieron un ataque de ego fenomenal que lo pinta entero: “Me dirijo a usted (por la presidenta) para poner en su conocimiento mi renuncia al cargo de director periodístico y principal relator de Fútbol para Todos”.

¿Principal relator?

¿De qué? ¿Quién le habrá concedido ese bizantino cargo de realeza al mencionado Araujo? ¿Él mismo?

Si Marcelo Araujo fue “principal relator” de Fútbol para Todos es porque en la vida las cosas no son perfectas, y porque toda regla tiene su excepción. El maravilloso acto de gobierno de Néstor y Cristina de recuperar las transmisiones de Fútbol de Primera división para los sectores populares, tuvo su mancha con la designación de Araujo y unos cuantos más en las transmisiones (parte del elenco germinado en el monopolio Canal 13-Clarín en los años del menemato).

La partida de Araujo traerá un poco de periodismo al fútbol argentino; todo ello sucederá de a poco, mientras aguardamos la aparición de más relatores y comentaristas comprometidos con el deporte desde visiones menos elitistas, menos chabacanas, y lejos del negocio y de Julio Grondona. Y con mucha política encima, que eso es lo que buena falta nos hace a los periodistas deportivos. Dejar de vivir dentro de esa enorme bola de fútbol que caracterizó al “araujismo” para comprometernos mucho más con quienes menos tienen.