simeone

Por Pablo Llonto. Cuando faltaban sesenta segundos para el final de la Champions, la Selección Argentina versión 2018 ya tenía entrenador: Diego Simeone. ¿Quién iba a discutirle ese lugar si el Cholo ganaba la Copa orejuda? Ni el mismo Sabella ante una hipotética victoria en Brasil.

 

Era tal el endiosamiento de nuestra prensa con Simeone, hasta las seis de la tarde del sábado pasado, que parecíamos un país rendido ante un entrenador.

Mal que nos afecta desde hace unas décadas, cuando la perversa costumbre de creer que los técnicos valen más que los jugadores, colmó nuestra sana vida futbolera.

“Estilo Simeone” se planteó en algunos medios. Y sobre todo el diario Olé se encargó de propagandizarlo, sin saber de qué se hablaba.

Lamentablemente nuestro ligero periodismo deportivo se ha dedicado más a la brevedad de un adjetivo que al valor de la filosofía. Se escribe rápido, mal y repetido. Por eso, todo técnico que se arrima a una final es un fenómeno; por eso cuando un Simeone y su equipo ganaba audiencias ya se pensaba en historias de héroes y leyendas.

La tarde del sábado no sólo trajo para algunos la decepción del resultadismo; también fue la hora de la decepción de un “supuesto nuevo maestro”.
Simeone no sólo dio vergüenza por sus actitudes bilardistas de meter pelotas en el campo para demorar el juego sino por un ingreso a la cancha dispuesto a pegarle a un joven futbolista - en vivo y en directo para todo el mundo - sacando chapa de una argentinidad berreta. Eso de andar desafiando a un rival para esperarlo en el túnel o afuera del estadio, indica que no está para entrenador recomendable. Por más que sus dirigidos ahora hablen de él como si fuera un teniente coronel. “Si nos pide que creamos en Dios, creemos. Y si nos pide que nos tiremos de un puente, lo hacemos”, dijo Tiago sobre su DT.

De Simeone se hablará un buen rato todavía. No tanto así del mezquino y amarrete juego de su equipo (para algunos merecía otra suerte sólo por aquello de ponernos del lado del más débil), poco capaz de entretener como de batallar.

Si hay alguien que debe estar orgulloso del Cholo es Carlos Salvador, el hoy periodista que casi a diario le clava un puñal a nuestra profesión. Es que Simeone siempre ha rescatado una frase del doctor de Estudiantes: "Bilardo me dijo que no se intercambia la camiseta con el rival porque mi camiseta vale más que la tuya. Yo no le puedo dar a un rival mi camiseta por la suya". El discípulo, entonces, repitió el sábado la misma escena que su profesor Bilardo en el Mundial de 1990, con total desprecio se negó a ponerse en el pecho la medalla de subcampeón. Un hermoso mensaje para niños y juventudes.

Bien le vendría al Cholo, y a todos nosotros, repasar el video en que un jovencito Pinino Mas se rebela, casi a escondidas, de una orden de infamia dada por el cuerpo técnico argentino en 1966 durante el Mundial de Inglaterra.

Quizás saquemos moralejas.