NORIEGA, UN RECUERDO Y UNA DUDA
Ser o no ser…periodista deportivo

Exquisiteces y triples de jamón y quesoPor: Pablo Llonto. Es Noriega quien me ha dado la calavera para posar sobre ella mi duda: to be or no to be. Lo imagino feliz en la platea prensera de River, con su BIC azul y una libreta espiralada, tomando anotaciones que se impacientan por ser precisas. Siempre fuimos algo solemnes los cronistas del balompié. Hasta que no aguantamos la tentación, nos damos vuelta y preguntamos: “Che, ¿vos viste quién hizo el gol?”

Así éramos los jóvenes de entonces Gustavo; buenos zorros que disfrutábamos de un match, como quien se acoda sobre la barra, a la espera de una página en blanco que necesitaba de nuestra libreta, de nuestras opiniones, de nuestro “cuatro” sanguíneo al horrible marcador de punta.

Pero un día Shakespeare metió la cola y dijo: “¿Esto es ser periodista?

Un partido, dos partidos, tres partidos…

Antes de leer su columna, estimado Noriega, venía dispuesto a iniciar un largo y riguroso opúsculo sobre el tema de los deportes, los dineros y los periodistas. La inspiración provenía de las declaraciones del ex jefe del laboratorio BALCO (allí donde se cocinan los controles antidoping) quien clavó la púa con una frase: “Los Juegos Olímpicos son una estafa en la que se trata todo por dinero”. Para los medios de comunicación argentinos, las reflexiones del doctor Conde no valían la pena una investigación. Ya me preparaba para afilar el machete, sacar conclusiones y simular inteligencia en una nota sobre los negociados de una medalla de oro.

El asunto es que leo la columna “Datos curiosos del periodismo futbolero”, cuando de pronto se me atragantan las ideas y compruebo que este compañero de 51 años ha puesto las cosas en su lugar. El periodismo deportivo arranca en el sueño de una tarde en el Monumental observando a las estrellas. Como el de un periodista de espectáculos comienza en un avant premiere.

Claro, nada ha cambiado. Están los colegas que dan la vida por un triple de jamón y queso, los relatores barriales que simulan conexiones, los imitadores de la Oral Deportiva, los que sueñan con la tele, los vestuaristas que piensan en la pregunta ingeniosa que jamás llegará. Y todos, a las siete u ocho, en la firme retirada hacia el comentario final. Para volver de nuevo al sábado que viene, y al domingo, y al viernes.

Puestos a elegir, elegimos otra cosa. Ya nada sería igual desde el momento en que perdimos el respeto por el periodismo clásico. El deporte tenía más misterios por develar que los caños de un talentoso volante o las atajadas increíbles del arquero ideal.

Sin embargo, nada quita el reconocimiento a los extasiados compañeros del tablón. Los conmueve aquello que debería conmover…si no hubiese tanta mierda atrás.

Gracias Noriega por el recuerdo; sus impresiones son tan intensas como las nuestras el primer día. Cuando también nos preocupaba saber, treinta años atrás, por qué se ven tan mal los partidos desde el palco de periodistas de River y nadie dice nada.

PD: ¿sabe usted Noriega que en 1980 la revista Goles Match publicó una foto de aquello que sucedía en el entretiempo de un partido cuando los periodistas se lanzaban sobre la mesa de lunch como tiburones? El asunto terminó en un juicio de Mr. José María Suárez quien se sintió agraviado al verse expuesto con las delicatessen en mano.

{moscomment}