CAMBIA LA FORMA DE VER CINE |
Diario de anotaciones durante una función 3D |
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El traslado a una butaca ubicada en el medio de la sala favorece la percepción de objetos salientes (formas redondeadas o en punta, lluvias de estrellas, hojas y gotas de agua). Antes de entrar a la sala suponía que el 3D me daría ilusión de cercanía con la imagen fílmica, pérdida de un marco de realidad y asociación con experiencias no cinematográficas (videojuego y parque temático).
Hay insistencias: planos de superficies enfocadas desde el ras; vuelo de figura humana visto desde abajo, por momentos se hace demasiado evidente el abuso del recurso de ¾ plano perfil desde abajo (para imágenes 3D por encima de la cintura) y los planos supino para lluvias o cielos estrellados. La mirada se reduce a identificar “lo que sale”; auto reproche al no reaccionar al argumento; cambio de posición para los anteojos.
Lo sobrenatural de las tramas 3D indica la precariedad de la técnica, dificultándose su aplicación al realismo.
No se logra integrar fluidamente la percepción de imágenes salientes con la interpretación de trama; la salida de una imagen se espera como unidad autónoma que distrae de la continuidad de la trama.
El desplazamiento de las imágenes salientes es siempre centrífugo: no es el espectador el que se desplaza visualmente hacia la película sino que es ella la que lo visita mediante sus imágenes salientes. El punto de contacto localizado (barra, tronco, caño, pelota, piña) siempre es más abundante (hay un abuso de eso) que la dotación de profundidad a un paisaje para dar sensación envolvente. El efecto rápido de una bola lanzada a la platea molesta a la credibilidad de la puesta en escena general.
La monotonía insoportable de la trama se compensa con la abundancia de objetos punzantes que intentan recuperar un espectador motivado: cables de alta tensión, rayos X, objetos contundentes lanzados a la cámara… No es que se atente contra un verosímil de la narración porque nunca existió tal promesa, sino que la insistencia en un punto que se proyecta a la platea en línea recta, infinita y fugaz, deja de generar sorpresa, y el acostumbramiento tiende a hacer perder fuerza a la imagen saliente. La imagen saliente deja de ser un reforzador de la atención del espectador para pasar a mero garante del contacto, a ambos lados de la pantalla; “está ahí, lo veo, me habla”.
La imagen 3D convierte en tono neutro al alto impacto visual, la evocación del 2D hace presente, en el nuevo contexto, una propuesta más inquietante: confiar en la autonomía del cine, libertad de interpretación y desregulación de los efectos del sentido.
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