Antes decían que era un totalitario. Ahora, dicen que era un hombre con convicciones. Los políticos, incluso sus más acérrimos enemigos, de pronto, se volvieron tiernos, humanos, cercanos. Aquellos que le mostraban los dientes, ahora besan su cuerpo en la frente. Como si los platos rotos hubieran sido una batalla campal montada para la gilada. Un duelo para mantenernos entretenidos. Imagino lo preocupado que estará Ricardo Alfonsín tras esta muerte inesperada. Con el luto que lo alzó en andas a la cabeza de la oposición, de la noche a la mañana, reducido a nada.

{moscomment}