ESPECIAL HIPERCRÍTICO - NÉSTOR KIRCHNER |
Cuando Néstor emprendió vuelo |
Por: Sebastián Di Domenica. Corría el final del año 2003 y Argentina recién lograba despertar de manera lenta de la pesadilla institucional que había vivido a partir de diciembre de 2001. Ya era verano y Néstor Kirchner llevaba solo algunos meses de mandato como presidente. Muy de a poco la gente comenzaba a conocerlo y a descubrirlo en estilo y personalidad. Por supuesto, todavía estaba muy fresca la gran crisis y las consecuencias sociales que se palpaban en las calles, entre la gente y en cada rincón del país. El sabor de la desconfianza y del futuro incierto aún se sentía entre los argentinos que habían dicho “que se vayan todos”. Una tarde de ese diciembre del 2003, yo rodaba en mi bicicleta por la costanera norte por la vereda del aeroparque, cuando descubrí que el avión presidencial se aprestaba a emprender vuelo. |
Sobre la reja que mira al río no había nadie. Nadie en la vereda y casi nadie sobre la pista. Solo ese avión con los motores prendidos a punto de despegar. Recordé, según había leído en los diarios, que era el primer viaje importante de Néstor al exterior. Había mucho para negociar y para reorganizar. Decidí esperar para ver aquella partida. Los motores sonaban fuerte, la escalera estaba extendida y sólo faltaba que lleguen los pasajeros. Entonces apareció Néstor Kirchner. Estaba acompañado por Cristina y por un grupo no muy grande de personas. Se lo notaba seguro, sereno, simpático y muy tranquilo en su lugar. Como testigo invisible y solitario, desde la reja observé en detalle esos segundos previos antes de la partida; y no se por qué razón, me llené de emoción. Ahí estaba el presidente de los argentinos que tenía un desafío enorme en el exterior y que comandaba la gestión de un país que estaba mal herido. Una corta charla con un interlocutor, algunas sonrisas, un abrazo a alguien que se quedaba y el paso firme sobre la escalera para abordar la nave. Los segundos pasaron enseguida, la escotilla se cerró y el enorme pájaro comenzó su carrera. Observé el despegue y luego miré el avión que ganaba altura. Néstor se perdió en el cielo. Y en ese momento nuevamente me colmó la emoción y pensé: por favor que Dios ilumine a ese hombre.
Han pasado siete años desde esa jornada y en ese tiempo han pasado infinidad de cosas en el país. El gobierno de Néstor primero y el de Cristina después, más allá de las asignaturas pendientes que no se pudieron resolver, han ejecutado políticas de enorme importancia, sin olvidar errores o desaciertos que también los hubo. Sin embargo, desde aquel año 2003 hay algo que destaco de Néstor y Cristina; y es la capacidad para escuchar a la gente que se mantuvo a lo largo de estos siete años. La movilización en las calles, las marchas, los reclamos, la naturalidad con la que se vivió el derecho constitucional de peticionar a las autoridades, es un aspecto de gran valor. Esa efervescencia popular que se ha experimentado desde el 2003 es un termómetro que declara la salud de nuestra democracia. Néstor Kirchner ya no está en este mundo; porque como aquella tarde calurosa, Néstor emprendió un nuevo vuelo.
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