REEDICIÓN DE KILL CITY
Espíritu punk en estado puro

Kill CityPor: Alejandro Lingenti. En 1975, las cosas no estaban del todo bien para Iggy Pop. Luego de un unos cuantos años tan explosivos desde el punto de vista artístico como salvajes en cuanto al estilo de vida, el rocker terminó internado en una clínica psiquiátrica. La maratón  de drogas, alcohol y agitadísima vida nocturna a la que se sometió desde inicios de esa década tuvo repercusiones en el cuerpo y la mente de la Iguana, aunque, justo es decirlo, no hizo mella en su talento natural: en 1977 aparecieron The Idiot y Lust For Life, dos discos impresionantes: ambos grabados en los estudios Hansa de Berlín, el primero producido por David Bowie-que ya estaba cocinando su increíble trilogía berlinesa-, y el otro, con Bowie al piano en algunos temas y la inoxidable The Passenger, una de las canciones más cercanas a la perfección de toda la carrera de Iggy, en la lista. Ese mismo año, aunque parezca increíble para un drogadicto que peleaba por recuperarse, Iggy también se hizo un tiempito para editar Kill City, un álbum maldito al que nadie le prestó atención en su época, grabado dos años antes en condiciones muy modestas y al que el artista de Detroit definió hace poco como su “disco indie”.

Más que un disco planeado, se trató de una soga que James Williamson, viejo compañero de ruta con los Stooges, le tiró a Iggy para que se concentre más en la música y menos en la falopa. Williamson se encargó de ir a buscar a su amigo antes de cada sesión de grabación y de devolverlo después a la clínica. Y el resultado de esa asociación sellada por la amistad fue realmente sorpresivo. Escuchado hoy, el disco –cuya reedición remasterizada será lanzada en octubre próximo- suena, como dicen los españoles, realmente acojonante. 

Fiel a época, el espíritu es absolutamente punk, pero las guitarras de Williamson suenan como las del Richards desprolijo y reventado, el del Exile on Main St. (1972) del que hoy se habla tanto a partir de su reedición y sus magníficas leyendas. Los fraseos de Iggy también imitan a los de Jagger, pero el ambiente musical es aún más desmelenado que el de los Stones. Se advierte la resaca post Altamont –aquel tristemente célebre concierto en el que los Stones tocaron en medio de incidentes que terminaron con cuatro muertes y que empezó a resquebrajar el sueño hippie- que Iggy había destilado con los Stooges en el enorme Funhouse (1970), y también los ecos de las delirantes experimentaciones con el free jazz de ese disco.  

Si hay algo que pueda denominarse dirty sound, seguro está en Kill City, cuyo linaje punk no va para nada en desmedro de una orientación intelectual muy clara: a su manera, se trata de un disco de vanguardia, como queda claro escuchándolo hoy, cuando el paso del tiempo ha jugado absolutamente a su favor. Su reedición debería servir como manual de instrucciones para que los provocadores de cotillón redirijan su energía.

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