Por: Julián Gorodischer. Lo que da rating, lo que me lleva –incluso- a esperar hasta las 4.35 de la madrugada, lo que llevó a decir a la kiosquera de mi cuadra que lloró y que no pensó que “El” se iba a animar no es –me parece- un revival del interés por la política, sino el triunfo de la ficción sobre todas las posibilidades de narrar: la noticia se mira como una película, donde todo está puesto para condensar el conflicto en una dicotomía simple (Sí o No), donde la decisión final se concentra en un personaje único cuyo drama omite toda referencia a la política económica y se limita a “la gran decisión”: un hombre deberá decidir sobre su destino enfrentándose a lo que se espera de él: ¿escuchará su corazón? diría la cola de este film más bien berreta, en los límites de la clase B (conflicto demasiado trillado, villanos demasiado malignos, un protagonista con cierta deficiencia en el carisma y la pronunciación: ‘Yo, eh, no puedo acompañar’).
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