¿EL DIRECTOR DEL SIGLO?
Por qué Clint Eastwood es un rey

CiccoCicco recomienda. Acabo de ver el preestreno “Gran Torino”, la última de Clint Eastwood, y puedo decir sin temor a que me linchen: este tipo es el mejor director de los últimos tiempos.

No importa lo que haga Clint, no defrauda. Es una leyenda viva. Hay que regarlo de premios antes de que deje este mundo, y sacrificar cada año unos tres niños arrojándolos por un despeñadero, para honrar la inmensa presencia de Clint. 
 
El hombre picó alto en el western con “Los imperdonables”, te hizo llorar con “Los puentes de Madison”, y te tuvo con la soga al cuello con “Río místico”. Esto sin contar las excelentes “Cartas desde Iwo Jima” y “Las banderas de nuestros padres” donde revisitaba la guerra mundial desde los dos flancos de batalla.

En lo personal, no me importa el firulete fílmico, el adornito vanguardista aplaudido por el crítico aburrido de tanto aplastar el culo en la butaca. A mí me gustan las películas que fluyen como fideo.

Y “Gran Torino” es un fideo monumental. No le sobra nada. Tiene gancho. Tiene ternura. Se envuelve fácilmente en el tenedor. Y al final, bueno, no le voy a contar el final. Pero yo me cubrí la cara. Y sentí que algo dentro de mí se rompía, mientras Clint cantaba en susurros el tema del cierre porque, además de ser un pedazo de actor y director, el tipo compone la música de sus películas.

Le cuento algo de Gran Torino.

Walt es un veterano de la guerra de Corea que vive en un barrio que se ha ido poblando precisamente de coreanos, cosa que a Walt le jode no sabe cómo.

Acaba de enviudar. Es abuelo y su familia lo quiere internar. La nieta, una teen divina y tontita, quiere que le regale el Torino espléndido que el abuelo tiene en el garaje. Walt tiene pocas pulgas. Gruñe todo el tiempo. Y a los vecinos orientales de al lado, prácticamente les ladra en la cara. Pero algo sucede en la vida de Walt. El barrio está atestado de pandilleros y, milagrosamente, termina hermanado con los coreanos de al lado.

Con esta historia, un director del montón te hace un clon de “El vengador anónimo”. Pero Clint eleva el mensaje como barrilete y lo convierte en una metáfora que lo resume todo.

No me pregunte cómo Walt termina hermanado a los coreanos de al lado. Y no me pregunte hacia dónde Clint lleva la historia ni qué es lo que le romperá al final. Es el momento en que el crítico calla y deja que la magia del cine, y la mano maestra de una leyenda viva actúe de una buena vez.

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