Nunca nadie escribió  algo así. El mago de Oz, incluso Peter Pan, son historias encantadoras pero escritas por adultos, es decir, ordenadas, coherentes, con un mensaje entre líneas que toda la familia puede entender. Alicia es, en cambio, un juego en sí mismo, un rompecabezas, un acertijo cifrado en cada personaje. A los 30 años, Carroll escribía como si hubiese bebido un elixir de la juventud, que lo devolvió a su infancia.

Lea Alicia, no importa la edad de su espíritu. Lewis era un genio loco. Un fotógrafo y poeta, perdido por las niñas. Un hombre que descubrió que, detrás del espejo, cuando uno se olvida de sí mismo, el mundo se pone patas para arriba. Y, por fin, empieza a ponerse interesante.

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