SOBRE LA PELÍCULA "CAFÉ DE LOS MAESTROS"
La porteñidad al palo
Adriana Amado SuárezAdriana Amado Suárez recomienda. A veces uno va al cine para ver una historia. Pero a veces ocurre que se topa con “la” historia, de un país, de una cultura, de una expresión popular. Y en eso anda Café de los maestros”, tratando de dejar registro de la época de oro del tango porteño.

Es cierto que ahora andamos con síndrome de valorización de una música que no hace tanto pensábamos que era un tanto cachuda, pero que se convirtió en culto de jóvenes, de maduros arrepentidos de no haber escuchado/bailado antes tango, o de rockeros que descubren sus fuentes en el dos por cuatro. Vaya a saber si fue gracias a la demanda de turistas excéntricos, o a la persistencia de los milongueros de siempre, pero es innegable que el tango se puso en valor. Y ahí fue que vino Santaolalla a dejarnos el documental de los grandes valores de hoy y de siempre. Santaolalla (que se llama Gustavo, aunque fue presentado en cuanto programa apareció como “el Oscar argentino”) quizás descubrió antes que nosotros esta necesidad porque ve el tango desde Hollywood. Y le puso alfombra roja al país que no mirábamos.

En un reality de los ensayos, grabaciones y gran función gran en el Colón, el filme recorre las caras gastadas de musicos y cantantes que fueron glorias argentinas y son hoy un acervo de cultura popular que urge fotografiar. De hecho, algunas de las almas del tango de la película no llegaron a ver el estreno, de tan apuradas que estaban. Pero que quedaron, por suerte, ahí y en las cientos de horas de grabación que hizo Miguel Kohan.

La película hace trampa desde el inicio porque muestra rostros irreconocibles para muchos de los que tenemos la televisión como parámetro de referencia, sin darnos la pista del nombre hasta el final. Mores, Salgán, Luque, quizás Podestá. Y no muchos más pueden adivinarse. Pero está bien, nos lo merecemos: ¿cómo nos perdimos de conocer el nombre propio de los tangos que reconocemos? Pero bueno, es cuestión de ir recorriendo la película y sus fantasmas en tren de trivia del tango.

Las astillas de Buenos Aires que se incrustaban entre relato y relato, rompen la infinita ternura de las voces que sin contar nada en especial construyen la gran historia. No hablan de ellos sino del tango. El conjunto es como el tango, duro, sincopado, abrumado, pero también humanísimo y desesperado.

Vaya a saber qué suerte correrá una película tan intimista en épocas de Indiana Jones. Seguro que será millones cuando se convierta en DVD o en souvenir de la argentinidad para el mundo. Por el momento, es una buena excusa para llevarse una lección de tango y un espejo de la porteñidad a veces renegada.

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