Antes de eso fui varias veces nominado en radio y en televisión. Es más: tuve la oportunidad de ganar en dos oportunidades: cuando conducía junto a Marcelo Bonelli A Dos voces en TN y como conductor del noticiero de América.

No me lo creo del todo lo de la bolilla negra. Más bien tiendo a pensar que deben valorar a otros proyectos un poco más que a los que presentamos desde La Cornisa Producciones.

Sin embargo, cuando repaso algunas nominaciones siempre me queda la sensación de que algo extraño pasa con algunas personas y programas. Algo extraño y malo, en el peor sentido de la sospecha.

Todos los años me invitan a la cena de premiación y todos los años dudo en asistir. Pero siempre me gana la sensación de que si no concurro, muchos de los colegas a los que respeto, puedan interpretar que soy un resentido. O que estoy demasiado agrandado. Por eso voy, festejo cuando coincido y me quedo callado cuando gana alguien que no me gusta demasiado. Son las reglas de juego de una industria en la que trabajo demasiado y disfruto un poco menos.

Igual, hay cosas que me siguen intrigando.

Una es que, cuando critico el Martín Fierro, lo hago con absoluta libertad y sin la menor expectativa de ser escuchado. Pero tarde o temprano me llama algún miembro de APTRA para recordarme: “¿Cómo querés ganarte un Martín Fierro si cada vez que hablás nos pegás con un caño?”.

No creo que lo haga para presionarme.

Tampoco lo siento como una presión.

Sólo como un sutil recordatorio. Gracias, APTRA, por recordarme que existo.

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