LOS HIPERCRÍTICOS OPINAN |
El triunfo de la ficción |
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En los discursos calcados y polarizados –me han confesado- muchos ponen mute y se dedican a cosas productivas; lo que (me) atrapa es el culebrón, ese mismo espectáculo que remite –en ese bar de Corrientes y 9 de Julio en el que, según La Nación, se reunieron decenas a vivar los votos como goles simples y la decisión de Cobos como un penal- a un Mundial de Fútbol, o a la final de Resistiré en el Teatro Gran Rex, o por momentos al catch de 100% Lucha, que en el fondo todo espectador considera así de irrelevante para la vida nacional (¿qué se discutía?, me preguntó la kiosquera de mi cuadra) como acorde a las necesidades del show (deportivo, cinematográfico o televisivo): saber cómo termina.
Hasta la realidad parece conspirar (otorgando el empate) para que el entretenimiento triunfe, para que la TV obtenga su golosina y ofrezca lo que –se estima- “el público quiere ver”: ese momento de zozobra que antecedía a los expulsados de Gran Hermano o los aplazados de Bailando por un sueño, ese relato fácilmente digerible que no tiene más opciones que un “sí” o un “no”, un “4” o un “10”. Actitud consternada del “héroe” y un personaje secundario (Rached) entrando y saliendo del ‘recinto’ logrando que, durante horas ese tránsito sea la noticia del día (“Volvió Rached”/ “Salió Rached”) mejoraron una puesta que seguro dará envidia a los guionistas de novelas: la noticia se quedó con la emoción.
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