cacho castaña

El gran Cacho Castaña lanzó hace algún tiempo un libro sobre su vida que se llama "Vida de Artista, autobiografía". Un texto, que lejos de ser una versión edulcorada de sus años, mezcla de la misma manera sus historias luminosas y divertidas como también sus historias tristes. Antes de su gran regreso en el mes de mayo al Teatro Maipo, Cacho estará mañana por la tarde, en la Feria Leer y Comer, para presentar su libro. Dialogó con Luis Majul en La Cornisa Radio, y en la charla habló de ese trabajo editorial, contó una de las tantas anécdotas que aparecen en el libro, y a su vez se refirió a la problemática de la droga: "A los pibes hay que decirles que no se droguen porque se mueren. Pibe no te drogues, porque te moris. Hay que avisarles que con la droga se mueren. No es que la pasas mal, te moris. Yo vengo del infierno, pude dejar las porquerías, pero de milagro"

 

Y siguió: "pude salir y dejar la porquería de la cocaína. Y estoy barbaro y pleno, recuperé la posibilidad de hacer el amor consciente. Pero me perdí muchos años drogado como un boludo" Y agregó que no hay que distinguir entre "de la buena" o "de la mala": "es una sola, se llama falopa y te mata. Es una porquería. Te moris de una u otra forma con la droga"

Sobre su regreso a los escenarios, con el show "Tango y chamuyo", los lunes de mayo en el Teatro Maipo, dijo: "estoy muy feliz. Es para creer en los milagros. Después de dos meses en coma, cuatro meses de una traqueotomía, me operaron tres veces de una cadera. Faltaba que me pise un tren. Pero vuelvo de Vietnam, a los escenarios"

Una de las anécdotas graciosas que están en el libro, y que Cacho contó en la entrevista, refleja una experiencia accidentada de su largo historial con las mujeres: "En el Cafe la Humedad, había una señorita muy dada. Pasaba en su auto Valiant; los muchachos le iban y venían, y me generaba mucha intriga. Un día me la levanté en la calle, me subió al auto y me llevó al hotel de Gavilán y Avellaneda. Yo pesaba 50 kilos y tenía 17 años, y ella era realmente muy grandota, de hombros grandes. Entramos a la habitación, y sin esperar se me tiró encima, y me encabalgó. Y me empezó a pegar, no sabes la cantidad de trompadas que me dio; y me gritaba pegame, pegame. Y me reventó la boca. Y no la podía parar. Al intentar frenarla, rompimos una mampara. Y el gallego nos empezó a golpear la puerta para ver que pasaba. Luego del complicado encuentro, volví al café: y los muchachos se mataban de risa porque sabían lo que me iba a pasar"

22 de abril de 2016