/Por: Juan Terranova. Lunes a la mañana. Tony Scott se tiró de un puente el domingo. ¿O fue el sábado? Su entrada en Wikipedia dice que fue el 19, o sea el domingo. Encuentro la noticia repetida al infinito en toda la web. En un portal, alguien tituló: “A los 68 años, el director, hermano de Ridley Scott, se suicidó al saltar de un puente en Los Ángeles”. Podría ser el principio de una de sus películas. El protagonista lee en el diario esa noticia. Está en la redacción de un diario, o en un bar o en una comisaría. Y enseguida se hace la pregunta: ¿Por qué un tipo exitoso, con una buena familia y una excelente carrera, un artesano laborioso y dedicado que muchas veces había logrado ser genial, se iba a matar? Me despierto tarde el feriado. El cielo está nublado. Busco El último boy scout en la web. Empiezo a verla. No envejeció. Bruce Willis en su mejor momento. La escena de apertura con el partido de football abajo de la lluvia. Los diálogos. Todas las escenas me gustan. Y me gustan porque las recuerdo y las recuerdo porque me gustan. Pero la película. Sigo leyendo noticias. “Varias personas llamaron al número de emergencia 911 después del mediodía para informar que alguien había saltado del puente Vincent Thomas entre San Pedro y la Isla Terminal. Un equipo de buzos de la Policía Porturaria de Los Angeles recogió el cadáver de las turbias aguas varias horas después, dijo el teniente Tim Nordquist de la policía local”. Entonces me prometo a mí mismo escribir un cuento, o al menos un humilde artículo, titulado Tony Scott saltó de un puente. Javier Alcácer dijo que en algún momento los críticos iban a empezar a leer la década del 90 a través de El último boy scout. Es una buena forma de elogiarla, de homenajear su peso y su calidad. Mientras tanto, en la Costa Este, Mark Chapman intenta por séptima vez conseguir la libertad condicional. Un feriado raro, entonces, este lunes lleno de tristeza y vitalidad.
|