EL AÑO DEL LIBRO COMIENZA A CALENTAR EN MARZO
Industria y precios modelo 2009

librosPor: Juan Terranova. Estoy sentado en mi lugar de siempre, con mi computadora, tratando de llevar esta columna hacia el tema “los escritores en verano” y lo único que hago es volver recursivamente a pensar lo corto que resulta el mes de febrero. Finalmente, encuentro que algo similar a lo que intento hacer salió en Clarín. Y les salió bien, hay que decirlo. El verano en la Argentina es un objeto pesado. Indispensable y denostado, pero indispensable. Se lo celebra cuando llega y se lo añora cuando parte. Y como tantos otros ciclos, el año del libro comienza a calentar en marzo, cuando el verano ya se fue. ¿Qué nos depara el 2009?

Sin fuentes

Aunque Maximiliano Tomas dice que en España no va a pasar, acá todo parecería indicar que el sector se va a desacelerar. Eso lo sabe cualquiera. Ahora bien, el tema es cuándo y cuánto. No es lo mismo tirar un cambio, que pisar el freno, que comerse una loma de burro a ciento veinte por hora en la calle Leopoldo Marechal, arteria indispensable del barrio de Villa Crespo. En este tema, ni editores ni libreros sirven como fuentes. Para ellos, el paraíso se perdió hace rato y ahora sólo nos queda reptar por un mundo iletrado donde los pocos lectores que continúan en pie arman cofradías secretas. Los economistas por su parte hacen lo que mejor saben hacer: facturar por pesimismo mientras confirman obviedades. Escuchar estas campanas es inútil.

En el margen

Mientras la mega agente hispanoamericana Carmen Ballcels pone, con dulzura, un pie en la ruleta –todavía poco aceitada– de los libros digitales, el 2009, en lo que importa a libros de papel y cartón, se presenta raro. Comprimido por la fuerza de empuje de un sector que se recuperó con mucha solvencia de la última crisis, y con una buena cantidad de sus decisiones empresariales dependiendo de los centros de poder primermundistas, el mundo del libro encara un año lleno de enigmas. Pero, como la economía Argentina misma, existe un margen de maniobra. La histeria apocalíptica entonces resulta algo infantil. Llegado el caso, las pequeñas editoriales, también llamadas “independientes”, algunas de ellas resistentes como cucarachas atómicas, seguramente se beneficiarán de la constricción que afecte a las grandes. La producción de “ficción de calidad”, por dar un ejemplo, ya parece estar pasando en buena parte por ellas.

El gran tema

El gran tema a tratar, desde mi humilde perspectiva, es el del precio. El llamado “PVP” o “precio de venta la público”. Hace años que las políticas de precios editoriales desarrollan vidrieras imposibles de mirar con números que lastiman los ojos y son muchas veces los saldos, los canjes y la misma web los que vienen a ocupar el lugar de aprovisionamiento de material de lectura. No estoy diciendo que deben ponerse en estado de alerta los suplementos culturales, los blogs y las revistas, pero la comunidad de lectores porteña, que de alguna forma digita lo que ocurre en el resto del país, tiene una discusión pendiente sobre el precio de los libros. De esa discusión y las medidas que se adopten, menos que de decisiones y economías externas, creo, depende el futuro inmediato del sector y el destino, si no de nuestras lecturas, al menos de los novedades en las librerías.

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