ACERCA DE UNA RESEÑA PUBLICADA EN CRÍTICA
Las limitaciones de Cicco

Pola OloixaracPor: Juan Terranova. El sábado 4 de abril, el diario Crítica publicó, en su sección de bibliográficas, una reseña de Las teorías salvajes, la novela de Pola Oloixarac. El texto venía firmado por Cicco. Aunque no apareció en el sitio del diario, se la puede leer acá. La reseña es breve y violenta y si bien Cicco ya había parodiado el estilo del crítico literario con su inefable Joselín Bravo, por primera vez su objeto de escarnio es el primer libro de una autora contemporánea. Como en esta misma columna, no hace mucho, escribí sobre ese mismo libro, creo conveniente hacer algunos señalamientos.

Del lado de la civilización

Para empezar, dejemos de lado la suspicacia contra la presentación en Eterna Cadencia –enfáticamente una de las mejores librerías del país–; dejemos de lado la confusa alusión a la cucaracha –la imagen del antílope desmembrado, por su parte, es excelente–; y dejemos de lado también que en un momento Cicco difama a “los escritores argentinos de hoy” in toto. “Los escritores argentinos de hoy –escribe– son como una expedición en bote que uno ve alejándose de la costa: cada vez más niebla entre ellos y la civilización.” Si la imagen es bella y elocuente, el sentido último se pierde en su rudeza. Martínez Estrada decía que no se rechaza algo en bloque sin embrutecerse. Pero la brutalidad de Cicco, ya famosa por sus entrevistas, aquí se muestra alterada. ¿Cómo leer sino que el inventor del periodismo border use la palabra “civilización”, cuyo sentido a lo largo de la tradición argentina ha sido duro y ambiguo al mismo tiempo? Forzando un poco la metonimia –entiendo que “civilización” debe leerse aquí por el conjunto de la sociedad–, no es tan difícil apreciar que en esta crítica subyace un trasfondo conservador. Los escritores, parece decir Cicco, no pueden ser frívolos y añorar la fama. La burda alusión a Paparazzi va en ese sentido. Ser frívolo, poner fotos de una fiesta de disfraces en un blog, aspirar al reconocimiento y al humor escatológico mezclado con citas de autoridad, es sobre todo anti-civil, innoble, una actitud impropia del creador. El oximoron del título de la novela reseñada, las “teorías” que son “salvajes”, quedaría así refrendado por la lectura de Cicco. Mientras él, como crítico se planta del lado de la sociedad, Oloixarac es disruptiva. 

Escritores de hoy, prejuicios de ayer

¿Es tan descabellado pensar que el colectivo “escritores de hoy” deja afuera a Cicco, un genio creativo que publica libros, vive de su escritura, se sirve del humor y ácidas descripciones en sus crónicas y también crea personajes todo el tiempo? En ningún caso es un periodista del montón, de los que pasan información sin meter mano. De hecho, cultiva un estilo reconocible tanto en el manejo de la lengua –es evidente que sus referentes son los norteamericanos traducidos– como en los contenidos de sus entrevistas y crónicas. Y digo más, Cicco, sin entrar en subjetividades y gustos, es un excelente escritor. Posiblemente uno de los mejores y más conspicuos cronistas de su generación. Pero sus limitaciones en relación a la práctica del género “reseña” son demasiado evidentes. Si a la hora de entrevistar su ironía y sarcasmo produce empatía –sobre todo cuando se trata de desarmar la máscara televisiva–, no ocurre lo mismo con la crítica literaria. Y no digo que la crítica sea un arte complejo. Lo que sí digo es que tiene normas y códigos. El crítico se desautoriza diciendo que no leyó parte del libro o equivocando los personajes. No es un gesto de desenfado, que conlleve algún tipo de incorrección política. Muy por el contrario, genera incomodidad y desconfianza mientras sus opiniones –que pueden ser atendibles– pierden fuerza. Aunque a veces juegue con el sentido común como garante lúcido frente a los monstruos de la máquina del espectáculo, la mala praxis crítica esta vez ubica a Cicco en el lugar del indignado, del atacado y del conservador. El monstruo aquí es otro.

Daño neurológico

“Pobre Pola: es bonita, virtuosa, pero sigue escribiendo para los profesores” leemos en la reseña. Pero, ¿cómo leer ese “pobre Pola”? ¿”Pobre” por qué? ¿Cuál sería el pecado de escribir “para los profesores”? Miles y miles de docentes, críticos y académicos escriben y leen sus trabajos en sus congresos y después los publican en sus revistas especializadas. ¿Todos ellos deben ser considerados “pobres”? Quizás sí. Lo digo con honestidad. Es muy posible que haya un valor en el divulgador que le habla a la masa. Sin caer en la tontería de que el periodismo es el garante del Estado de Derecho moderno, sí es verdad que las inflexiones de la democracia son muchas, aunque también son muchos sus matices. Ahora bien, admitiendo que existiera tal problema, y dejando de lado que el género novela no es periodismo, y que la idea de elite intelectual es casi tan vieja como la indignación que suscita –o al menos van de la mano desde la Revolución Francesa– Cicco igual se equivoca otra vez. El libro no está escrito para los profesores, sino para los alumnos pero no sólo de las carreras de la Facultad de Filosofía y Letras, sino de todas las humanidades, y, si me apuran, la descripción del sistema universitario de cátedras que impera en la UBA pero también en casi todas las universidades argentinas. (Incluidas a la cabeza aquellas instituciones donde se enseña el periodismo.) “Me asombra el daño neurológico que provoca la Facultad de Filosofía y Letras en un escritor” escribe Cicco. Justamente de esa hipérbole, y no de otra, trata el libro de Oloixarac.

Una dicotomía perimida

Dios Nuestro Señor me salve de defender ese lugar donde cursé mis estudios universitarios. Nunca lo hice y nunca lo haré. Y por eso mismo me gustó el libro de Oloixarac. Su ambigüedad, la tensión entre el desagrado y la pasión por cómo se ofrece ahí –y en muchas otras partes– el conocimiento, me resulta seductora. Y por eso también debería haberle gustado a Cicco. Los puntos de contacto entre sus crónicas y Las Teorías Salvajes son evidentes. En un momento durante la reseña se habla de las posibilidades incumplidas de la novela. Como yo lo veo, y lejos de querer ofender, las únicas limitaciones que deja en claro la reseña son las del propio Cicco. Lamento que el cronista se deje avanzar por viejos, heredados y remanidos prejuicios, frutos del desconocimiento y de una evidente pereza intelectual. Es hora de abandonar la dicotomía entre periodistas y académicos, o al menos llevarla a una instancia que no sea retórica. Hace décadas que no se trata de un River-Boca. El libro de pases siempre está abierto. Y con matices, diferencias y broncas, estamos todos en la misma popular tirándole piedras a una policía fantasma, compuesta en partes iguales por nuestras inseguridades, nuestro narcisismo y nuestro talento.

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