EL ÚLTIMO LIBRO DE MARCOS AGUINIS |
Ser nacional y autoflagelación |
Por: Juan Terranova. Marcos Aguinis publicó El atroz encanto de ser argentino 2, donde vuelve a dar la lata y explica por qué nos va tan mal como nos va. ¿Los argentinos somos masoquistas? ¿Disfrutamos de los desastres políticos, sociales y literarios? ¿Nos gusta vomitar? |
Recordando la innecesaria segunda parte de una película de terror berreta, Marcos Aguinis acaba de lanzar al mercado El atroz encanto de ser argentino 2. Acomódense en sus butacas, entonces, y abróchense los cinturones, porque esto se va a mover. ¿Qué es El atroz encanto de ser argentino 2? Hipótesis uno: La campechana narración de la historia reciente en la voz de un locutor empalagoso que usa como fuente, todavía más aplanados de lo que son, diarios y revistas. Hipótesis dos: Un libro para que usted confirme aquello que piensa y se reafirme en sus ideas extraídas del sentido común más lato, inexacto y banal. Contrahipótesis: ¿Qué es este artículo? Una irresponsable caza deportiva del chimango. Pero entendiendo que, con Aguinis, las plumas no sirven ni para hacer almohadones.
El embudo siniestro
“A mediados del año 2001 empezó a dilatarse una embudo siniestro y colosal que nos arrastró a las cavidades del infierno. En ese momento publiqué El atroz encanto de ser argentinos.” La frase que abre el libro no es mala. Sus arrebatados ripios son interesantes y tienen espíritu. Lo que sigue, sin embargo, es patético. El libro, con una pompa digna de ópera italiana pero sin ninguna de sus virtudes, continúa así: “En el aire se respiraba la premonición de que íbamos hacia la peor crisis de nuestra historia. Con angustia hundí el bisturí en nuestros defectos para que el dolor agudo nos hiciera abrir los ojos, y para que nuestra república, tan apaleada, se encarrilase hacia un crecimiento libre de sobresaltos y frustraciones antes de que fuese demasiado tarde. Había que destruir el hechizo que nos hacía caer en crisis periódicas y nefastas.”
Espacio de publicidad
¿Aguinis opera para causar dolor? ¿O para curar? ¿O para curar a través del dolor? Qué peligro. En todo caso él tiene, como intenta demostrar todo el tiempo, línea directa con las más básicas pulsiones argentinas. Las conoce, para usar una vieja comparación, como la palma de su mano. Y de la palma se va rápido a la palmeta del educador. “Si me hubieran escuchado a tiempo, otra sería la historia” parece decir cuando escribe: “En ¡Aguante Argentina, todavía! enumeré factores objetivos que permitían esquivar la tragedia inminente. Pero no la esquivamos. Caímos en plomada, sin red. Fue una pesadilla. ¿Aprendimos de esa lección? Creo que no”. Así que Agunis nos calza la segunda parte del Atroz Encanto... a ver si ahora lo escuchamos. Después de estos mensajes, pasemos a The Marcos Aguinis Special Show.
Welcome to The Marcos Aguinis Special Show
Hablando de la bancarización que implementó Domingo Cavallo, Aguinis escribe: “El gobierno podía imprimir pesos, no dólares. ¿Te imaginás atento lector, si en nuestra Casa de la Moneda se hubiesen podido imprimir dólares? Pero no era posible, desgraciadamente”. Este es el humor de Marcos.
Hablando de los saqueos del 19 y 20 de diciembre del 2001, Aguinis escribe: “Pero hay versiones de que no se trataba sólo del hambre, sino de que ciertos dirigentes habían decidido impulsar los asaltos para legitimar el quiebre institucional, es decir, dar un golpe de Estado sin fuerzas armadas de por medio.” Este es el agudo análisis de Marcos.
Cuando la Asamblea Legislativa aplaudió a Rodríguez Saá por tomar la decisión de suspender el pago de la deuda externa, Aguinis escribe: “Informábamos al mundo que hacíamos lo que se nos antojaba y que nos importaba un bledo dejar de ser confiables. Poco después, sin color en las mejillas, y pese que sus rostros habían aparecido en la televisión, casi no hubo legislador que aceptase haber aplaudido. Volvían a exhibir su alto nivel de coherencia moral”. Esta es la ironía insuperable de Marcos.
Cuando habla del ascenso de Duhalde y de la caída de De la Rua, Aguinis escribe: “¡Las vueltas que damos en la Argentina sin marearnos del todo! Habíamos votado por uno, para que al final gobernase su adversario vencido.” Esta es la claridad expositiva de Marcos.
A lo largo de todo el libro, Aguinis se pregunta: “¿Somos felices los argentinos subiendo y cayendo como idiotas? (...) ¿Aceptaremos de nuevo caer en otra inflación y una renovada crisis por falta de seguridad jurídica e institucional que espanta las inversiones productivas?” Esta es la batería de preguntas retóricas de Marcos.
Para cerrar un capitulo, Aguinis escribe: “Mientras tanto te vuelvo a preguntar, exigente lector: ¿Hemos aprendido algo de nuestras recientes palizas? Sigo creyendo que no. O muy poco.” Esta es la decepción permanente de Marcos.
El género emético
¿Es Aguinis un Ezequiel Martínez Estrada edulcorado y comercial? No, la comparación es oprobiosa. Cortándole la lengua, drogándolo, atándole las manos con una cadena y sentándolo en la silla eléctrica con un mecanismo perverso por el cual cada vez que apoya la pluma sobre el papel recibe una descarga de 1000 voltios, Martínez Estrada escribiría mil veces mejor y sería más lucido y más respetable que Aguinis. Blando y melifluo hasta la náusea, lleno de cursilerías que quieren pasar por profunda y meditada reflexión, El atroz encanto de los argentinos es un verdadero libro emético. Sus lectores serán, entonces, bulímicos literarios y se arrodillarán con intenso goce frente al trono impoluto del baño argentino.
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