COMO MAYONESA SIN HUEVO |
Revista Ñ: que la sangre no llegue al río |
Por: Juan Terranova. Verdadero nudo gordiano de la cultura argentina, la revista Ñ se pasa de homogénea y decepciona: ¿Cuál es su engaño fundamental? Quizás la respuesta esté en la leche de soja. |
Voy al kiosco arrastrado por una serie de comentarios en blogs y compro, curioso, la revista Ñ. ¿Por qué su lectura es tan decepcionante? Si fuera menos perezoso, podría diseccionar un poco los textos que trae, el público que la lee –me consta que es vasto– y también su circulación. Sin embargo, algo me sugiere que la revista Ñ es un enigma blindado, una especie de nudo gordiano de la industria cultural. Si alguien logra desatarlo, en sus manos quedara desarmada una parte importante de la idiosincrasia cultural argentina. El proyecto, por lo tanto, excede esta columna. Eso no quiere decir que Ñ no me interese como productora y distribuidora de fama y dinero. Todo lo contrario.
El escándalo controlado
Aunque lo admiro, no está en mi la esencia de David. Mejor que enfrentar al gigante, desnudo y con una triste boleadora, es, entonces, transitar calles laterales, pequeños síntomas, objetos más breves, menos enmarañados.
Tomemos, por ejemplo, el escándalo. Negar su capacidad de provocar sentido, o su posible uso como herramienta de injuria y defensa, es necio. Los que lo impugnan, por lo general, son los ofendidos, los atacados o los que quedan en evidencia. La confrontación –en la traición o en el honor–forma parte del sistema literario como del sistema político, aunque sus realizaciones sean bien diferentes.
La revista Ñ albergó y cada tanto alberga alguna refriega estético-política. Pero la sangre nunca llega al río. Las palabras se pasteurizan, no traen consecuencias. En el próximo número, el escándalo pasa a la sección de cartas del lector y en la tapa vuelven Neruda, Cortázar o una nota sobre la importancia del Bolero en la cultura universal. El único precio que está dispuesto a pagar Ñ por, cada tanto, embarrarse un poco, es el ridículo. La empecinada no modificación que transita la revista evidencia la necesidad de conmocionar ciertas estructuras cada tanto. El tema merece más atención que estos ligeros apuntes. Pero lo que quiero decir es simple: Ñ muchas veces quiere el premio sin mojarse las patas o que se arme la trifulca sin salir lastimado.
La manteca de la irrelevancia
Hace algunos años una pareja de amigos se fue a estudiar filología española a Michigan. Un día, en una de sus primera visitas al supermercado, encontraron que las góndolas estaban llenas de productos con etiquetas engañosas. Mayonesas sin huevo, yogures sin leche, milanesas sin carne, y un largo etcétera, todo hecho a base de soja. Como dentro del capitalismo hay una pátina de buena conducta que no permite vender una cosa por otra, por lo menos a nivel minorista, un organismo que supongo pariente de nuestras asociaciones del consumidor dictaminó que si no era leche sacada de la vaca no podía decir “leche” en la etiqueta. Sin embargo, el markentig, arte sublime y abrasivo, le encontró la vuelta a la restricción y mis amigos pudieron ver un envase que decía: “I can´t believe it´s not BUTTER” y abajo la rúbrica “Original”. La palabra “butter” por supuesto vestía la tipografía más generosa de la frase. El truco no engañaba a nadie. O quizás sí. Y ahí está la cuestión.
Retomando el procedimiento, ¿cuál es la frase de Ñ? Propongo: “No vamos a dejar que nos modifique LA CULTURA”. ¿Muestra en algún momento la revista Ñ su hilacha más periodística, su desprendimiento, su trampa fundamental? La ambigüedad en todo caso nos conmueve siempre. Mis amigos compraron la margarina mentirosa. Y fue Orson Welles el que dijo: “Con la televisión me pasa como con el maní. No me gusta. Pero cuando empiezo a consumirla, no puedo parar”. No es el caso de Ñ, por supuesto. ¿Qué extraño proceso de destilado la produce? Puro envase, adentro no hay grasas saturadas pero tampoco liviana leche vegetal. Su negocio parecería ser el de tener, apenas, etiquetas bien diseñadas.
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