ESCRITOR EN COMBATE |
Mankell y el ataque de Israel |
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Acciones y palabras
El “diario” de Mankell tiene momentos intensos. La prosa clara, liviana y dura, la descripción de los marineros, el quiebre que se genera entre la espera y la violencia cuando finalmente se produce el ataque y algunos pasajes impresionistas, casi sensuales, son lo mejor del texto. Un párrafo – ¿impulsado por la ira?– brilla por su incorrección política. Una vez que los soldados toman los barcos, Mankell los examina mientras es examinado. “Los soldados nos observan –escribe–. Algunos fingen que no saben inglés, pero todos lo hablan y lo entienden. Dos de ellos son muchachas. Parecen preocupadas. Quizá después, cuando hayan terminado el servicio militar, decidan huir a Goa a destrozarse la vida drogándose. Sucede constantemente.” (¿Sólo las muchachas terminarán así después de pasar por el maltrato psicológico de la guerra?) El lenguaje en sí mismo es artificial. Toda corrección tergiversa el impulso inicial de escritura que al mismo tiempo no puede ser tratado de genuino. Y el diario –lo sabemos– es un texto, no una vida. Alan Pauls en Cómo se escribe un diario íntimo elaboró ideas muy precisas sobre cómo quieren sus escritores que leamos sus diarios y cómo deben ser leídos para no pecar de ingenuos. En el caso de Mankell las hipótesis de Pauls se complejizan aún más. De hecho, el diario publicado por El País concentra muchos y muy trabados problemas teóricos sobre los cuales los narradores y los críticos siempre se han interrogado sin llegar a respuestas objetivas. ¿Qué está diciendo Mankell cuando dice que “Resulta fácil decir que se apoya, se defiende o se combate esto o aquello. Sin embargo, es en la acción donde se materializan como un hecho probado ese tipo de declaraciones”? Es un debate viejo, transitado, nunca saldado del todo, muy de las mesas del café La Paz. ¿Suena rancio? En relación al conflicto árabe-israelí no perdió vigencia. ¿Austin estaba equivocado y no se puede “hacer cosas con palabras”? ¿Debemos volver a las páginas iniciales de Qué es la literatura? Antes de entregarme a la Gran Corrida por Izquierda, prefiero fijar otras prioridades críticas, más cercanas.
Esto no es una pipa
Resulta por lo menos curioso que Mankell haya elegido la forma de diario, escrito en presente con entradas de día y hora. ¿No hubiera sido mejor una crónica? Sin embargo, la fragmentación del diario funciona. La historia fluye. Sin embargo, en un momento, el escritor se retrata a sí mismo escribiendo en un taxi y dice que ese fue el principio del diario, pero no es el principio de lo que leemos: “Por fin llega el taxi, acordamos el precio -¡qué caro!- y, por las calles vacías del amanecer, salimos rumbo al aeropuerto. La primera anotación del viaje -ahora caigo en la cuenta- la hago allí mismo, en el taxi. No recuerdo las palabras con exactitud, pero de repente me desconcierta la sensación de que no he tomado conciencia plena de que se trata de un proyecto que los israelíes odian hasta tal extremo que seguramente recurrirán a la violencia para obstaculizar el avance de la flotilla.” ¿Se trata, entonces, de una reconstrucción, no de un día a día? Una vez tomado por los militares israelíes el barco en el que viaja, un soldado le pregunta a Mankell qué escribe. La prosa concisa y sólida del sueco vuelve a brillar. Le alcanza una pregunta, una réplica y una mirada para armar una escena de tensión sobre la fuerza y la letra: “Al verme tomando unas notas, uno de los soldados se me acerca enseguida y me pregunta qué escribo. Es la única ocasión en que pierdo los estribos. Le contesto que no es de su incumbencia. Sólo le veo los ojos y no sé lo que está pensando, pero al final da media vuelta y se marcha”. Sin embargo, hago eco de la pregunta del soldado. ¿Qué escribe Mankell? ¿Es lo que leemos lo que escribía? ¿O es otra cosa?
Narrar o describir
Como documento, entonces, el diario es ambiguo. Queda claro que no trae la información periodística de lo que ocurrió. Si uno quiere información precisa debe ir a otros artículos. ¿Qué aporta entonces Mankell? ¿Lo que no es información pero también sirve para entender? ¿Es mucho decir la “humanización” de esa violencia? Esto lo logra. Pero se siguen extrañando ciertos detalles. Información y narración no se excluyen como quería Walter Benjamin. Chuck Palahniuk lo explicó en las crónicas Error Humano: para narrar bien hay que tener información. Y Paco Taibo Segundo lo ejemplificó con el detalle. El detalle, ese detalle que nadie sabe hasta el momento en que lo enuncia el narrador, es el que soporta y sostiene la narración en su totalidad. Esta falta hace que entre los rasguños de Mankell se cuelen algunas sospechas. No porque el lector no esté dispuesto a creer que lo que pasó fue eso. Sino porque el escritor sueco debería haber sido más exigente con sí mismo. El diario resulta, así, muy retórico. Faltan datos que nos fijen en la realidad.
Indignación
Pero hay otra cosa. El texto se presenta casi siempre como un resumen para la indignación. ¿Y si yo decido no indignarme? ¿Puedo pedirle a Mankell que sea más claro? Intento no ser capcioso. Pero supongamos que dudo de las buenas intenciones de la “Flotilla Libertad”. ¿En qué me ayuda Mankell a dejar de dudar? ¿O debo conformarme con lo que dice, que es claro y contundente y también verosímil? Por este y otros casos, no me cabe duda de que el Estado de Israel se comporta de forma criminal. Al mismo tiempo, creo que Mankell resuelve demasiado rápido cuestiones que deberían merecer más atención. Sí, es verdad, está el apuro, la urgencia, el vértigo del escritor en combate. Lo acepto. Pero Mankell predica sobre conversos. Fabrica una indignación, que evidentemente es real, pero al mismo tiempo aplasta, apura, saca conclusiones, en la jerga periodística “editorializa”. Uno de los activistas se niega a dar sus huellas digitales. Entonces, los soldados lo golpean. Mankell escribe: “Lo golpean hasta que cae al suelo. Luego se lo llevan de allí. Quién sabe adónde. ¿Cómo calificar semejante acción? ¿Repugnante? ¿Inhumana? Elijan libremente.” El juego retórico en este párrafo es evidente. No podemos elegir en libertad porque después de contar lo que vio, Mankell saca la conclusión por nosotros. Si se hubiera limitado a narrar, su ira y su bronca por lo sucedido, que insisto creo que es genuina, habría resultado más útil. Los mejores momentos del diario se dan cuando ocurre eso.
Un cambio de mirada
El papel del Estado de Israel en esta historia es lamentable, pero no se limita a estas barbaridades y asesinatos. La lista es larga. Y es una lista política, antes que militar. El esfuerzo de Mankell, en este contexto, sirve. Admiro su coraje y su prosa. Pero creo que si se hubiera limitado a narrar sin adjetivos, el resultado habría sido mejor. Al mismo tiempo no puedo dejar de pensar que si Ciorán o Céline hubieran llegado a ese barco en lugar de Mankell, la verdad se habría presentado con más fuerza en el lenguaje. ¿Ciorán nunca habría salido de París y menos para subir a ese barco? ¿Mezclar a Céline con activistas humanitarios es imposible? Y sin embargo, la palabra cínica e indiferente, su estilo amargo y crudo, hubiera resultado una gran herramienta a la hora de transmitir la verdad del ataque y su innecesaria violencia exacerbada. Como si los hechos pidieran una voz más amarga, ni voluntariosa ni valiente, sino amarga para poder ser mejor retratados.
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