MOREAU Y VAN REEK/ 
Dos libros para niños

Wouter/Por: Juan Terranova.  Me detengo a ver los libros para niños que está editando Adriana Hidalgo. La colección se llama “Pípala”. El primero que leo es Día de pesca donde Laurent Moreau propone la clásica melancolía europea. Sin texto, sólo con largas viñetas apaisadas que ocupan toda la página, Laurent narra la historia simple de un personaje sin nombre que va a pescar.

El personaje usa bigote, una gorra, y lleva su caña en la parte de atrás de la bicicleta. Recorre la ciudad y en la ciudad ocurren cosas. Choques entre vehículos, animales que se escapan, ventanas que se abren en las fachadas de las casas, y vemos ahí otros personajes como el cartero, la chica enamorada, los niños que juegan.  Cada página retrata un momento de esta ciudad. Primero barrios de casas bajas y edificios de no más de tres pisos. Luego, un puerto. Entonces descubrimos algunas series. Una gaviota que se repite y unos pingüinos que entorpecen el tráfico nos llaman la atención con grandes buques de fondo. Una vez que queda atrás la zona pesquera, el protagonista, siempre pedaleando, cruza una playa, un paso a nivel y una solar donde acaba de llegar un circo.

Lleno de detalles, de breves narraciones que deben ser descubiertas, de situaciones acotadas a las que hay que significar, el libro de Moreau se presenta como un laberinto liso y poco recargado pero, en su simplicidad, ideal para que un niño –o un adulto perceptivo– lo recorra y lo imagine. 

El segundo se titula Pinzón y los inventos y es del artista e ilustrador Wouter van Reek. (http://www.keepvogel.dds.nl/) Pinzón es un personaje recurrente en los libros de Van Reek. Caracterizado por su gran pico y su anorak rojo, a veces acompañado por su perro-parlante Tungsteno, en esta aventura, Pinzón, inspirado por un libro de inventos decide diseñar su propia máquina. El mecanismo excede la hoja en la que está dibujando y crece. Por accidente, Tungsteno enciende la máquina y Pizón queda atrapado dentro de su creación. Cuando finalmente logra liberarse, y después de ser golpeado y zarandeado por engranajes de todo tipo, Pinzón “arranca” el dibujo del papel como si fuera una tela de araña. Van Reek mezcla ilustraciones simples con series de viñetas impresas con la técnica del grabado, lo cual hace de cada página en sí un objeto maquinal. Ambos libros están muy bien editados, en un papel excelente y tapa dura. En ambos los dibujos mantienen cierta ingenuidad, incluso cierta imperfección, sin resignar calidad. También se ve un deliberado esfuerzo por mantener la trama en segundo plano, invitando al lector a recomponerla. La trama existe, está ahí, pero no es explícita.

Dentro de la basura comercial que consumen todos los niños del mundo –más allá de Disney, Los Simpsons y el kidult– siempre hay buenos y malos productos. Lo mismo ocurre con el material correcto, consciente y progresista. Estos libros de Adriana Hildago, creo, me hubieran gustado de chico, a mí que María Elena Walsh me daba pena. Digo esto sensibilizado por el sexto cumpleaños de mi hija que acaba de producir su primer texto político como producto de su participación lateral pero activa en las últimas elecciones. ¿Qué escribió? Esto: “La lei dice que votemos a la siudad con amor y respeto”.

Pinzón es claramente un votante de la centro-izquierda humanista. Pero el ciclista pescador de Moreau da tanto el perfil de conservador europeo que vota a la derecha para que la inmigración no arruine “su modo de vida”, como el de un obrero comunista que durante el domingo decide abandonar apenas un rato la lucha para aclarar sus ideas mientras pesca. Es probable que me digan que estos detalles se escapan en la lectura de los chicos. Yo creo que no. Es más, si Freud habló de la sexualidad de los niños, y Stephen King describió como nadie el miedo y la violencia en la infancia, yo soy de los que creen que la educación política empieza desde los primeros año de vida. En eso también se basan estas recomendaciones.

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